viernes, 18 de julio de 2008


Esta isla es mágica। Ni los españoles, ni los norteamericanos, ni los rusos pudieron entenderla pero les fascino a todos por igual. Esta isla nació para el litigio y va a tener al planeta en discusión por mucho tiempo, hasta que sus habitantes descubran que son hijos de los orishas con extraterrestres y que les esta destinada la hora sin sombras cuando los árboles derribados vuelvan a crecer, cuando las matas de guanábana, las de mameyes, anón y chirimoya sean bosques, el canistel resucite, el níspero y la guayaba sirvan de pasto a los caballos, cuando los olores de los mangos compitan con los del galán de noche, los jazmines y las azucenas perfumen las ciudades y a las Jutías pueda dárseles de comer en las manos, mientras se leen los secretos de las ceibas en los parques. Esta isla que parece languidecer en la agonía, ensaya, quizás sin saberlo, la nueva era en el universo, el cambio de estación en la galaxia. Sus puertos volverán a abrirse al trasiego continuo. El cedro y la caoba valdrán tanto como el oro. Sus aguas dulces y salobres le darán la energía que le falta y el sol encenderá luces en las noches. Todos los muertos vinieron a decírmelo al mediodía. Zoila, mi madre, Luis Carlos, Alexis, Cira, Milagros, el Che, Celia. Los muertos y los dioses, y ese extraterrestre mensajero que aterriza en mi balcón y me enamora y no acepto, hasta no estar segura de que no tiene otras ataduras siderales.

1 comentario:

Lázaro Buría dijo...

Bello y atemporal como el vuelo de la mariposa durante el crepúsculo.

B