domingo, 22 de noviembre de 2009

El único accidente nombrable




La tierra da una vuelta y otra más,
los días pasan, os empujo sin piedad
como si no fueran a acabarse, como un don
propio, particular, de gran sacerdotisa
descubridora al fin de los días del vivir
los de esperar alguna cosa buena
un simple gesto de interés, un canto,
la punta fina de una locura nueva
ese aìre tenso y dulcede cualquier comienzo
los días diferentes del pasar
ese tiempo que transcurre sin sentido
predecesor tan solo de sucesos venideros.

La tierra gira siempre y apenas te percatas
si se produce el único accidente nombrable
más que el éxito o el poder, gemelos desiguales,
es el amor quien establece los horarios
el que funda las estaciones pavorosas
de vivir o pasar

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Epístola III



Fragmento novela Las dudas del fuego. Editorial Índigo, Paris, 2001

Querida amiga múltiple (no me voy a romper la cabeza tratando de recordar la extensión de tu nombradía) . Tu carta de respuesta tiene la coherencia aparente de una persona cuerda, como diría Ina, pero en su esencia es totalmente disparatada, como en los buenos tiempos en que nos reuníamos y formábamos el Círculo de la esperanza. Nunca entendí por que suprimiste aquellas buenas sesiones mayéuticas, espiritistas, espirituales. Es cierto que en El Vedado no hubieran tenido el mismo sabor de Calzada del Cerro, entre Patria y Sarabia, pero hubieran tenido otro encanto de haberlas celebrado en tu terraza de 23 e I mirando el mar y los vaivenes de la Rampa. Pensé que la entrada triunfal al Partido, a pesar de la oposición que hicieron los enemigos, no de clase, sino, llamémosle, de tu creativisima fantasía y de tu fantástica honestidad, te había llevado a hacer votos de obedecencia; pero tu carta me ha devuelto la tranquilidad. Si es el Período especial el causante de que vuelvas a ser la que fuiste, le daré vivas y soportaré las penurias con mayor resignación. O quizás ocurra que te tomó tiempo digerir el cataclismo y al fin ya lo trascendiste. Volverás a escribir entonces. No tengo que consultar a ningún oráculo para saberlo. Esa investigación sobre los cambios operados en la vida de las gentes por el Período especial me huele a que has vuelto a encaramarte en el carrusel de la literatura. Espero que ahora, que parece haber llegado el tiempo de las flexibilidades infinitas, ningún extremista te haga acusaciones injustas y dañinas. Mira todo lo que hemos tenido que pasar para volver al punto de partida. Las putas y los putos en cada puerta de hotel para extranjeros, los gusanos que se fueron manteniendo a la familia que quedó en Cuba, otra vez los anuncios en inglés y nuevamente una revolución se nos fue a bolina, como dijo Raúl Roa de la del 30. ¿Acaso el destino de la isla es ése? ¿Es que el vaticinio del ilustre José Antonio Saco se cumplirá inexorablemente? O peor, el de la fruta madura. ¿Cómo quieres que me sienta? A mí no me visitan extraterrestres, ni hablo con los muertos, ni con los orishas. La realidad me agrede a cada hora, mientras mis mejores sueños se desangran apuñaleados por una traición. ¿Quién es el traidor? Eso es lo que busco. ¿Qué pasó en este mundo? ¿Quién alentó el maleficio planetario? Para esto murió mi padre en el Escambray, en la lucha contra bandidos, y el padre de mi hijo en Angola. ¿Dónde está la verdad? ¿Quién la tiene? Mientras nosotros pasábamos escaseces y sacrificios en pos de un sueño, el mundo seguía siendo el mismo. ¿Quiénes estábamos equivocados Los que se fueron para Miami y ahora tienen comida, jabón y desodorante mientras nosotros nos debatimos en la indigencia. Trato de pintar para salvarme de la locura y la desesperación . Y ¿qué me sale? Además de barbas, el mar tormentoso, volcanes en erupción, monstruos. Puro realismo socialista. Mejor no sigo. Me doy cuenta que destilo amargura y ese no es mi mejor estilo. En momentos así, no puedo complacer tu sugerencia de sembrar frutales porque saldrían ácidos y perderían la magia del dulzor que los hace paradisíacos. ¿Es por ahí por donde anda tu profecía? ¿Es algún mensaje del extraterrestre o de los orishas? Cuando leí tu carta me hizo mucha gracia lo de la metamorfosis, pero no pensaste en las jineteras. Son más jóvenes que nosotras, así que no hay margen ni para la competencia. ¿Ves que vuelvo una y otra vez a lo mismo? Estoy encasquillada. Como único me recobro de eso es recordando nuestros años felices. Vuelvo a reir, como si acabara de suceder, con aquella insólita caída de Ernesto en su primera visita. Lo tumbaste con los ojos. Eran los días que te estabas entrenando en la telequinesia. Nosotras caminábamos aguantándonos de las paredes para no darte el gusto de que nos vieras rodando por el piso. Ya era bastante soportar ser tus conejillos de India con lo de la telepatía. Cada vez que te llamábamos o aparecíamos soportábamos tu satisfacción. Ahora mismo las estaba llamando con el pensamiento, decías gozosa. Nosotras nos pusimos de acuerdo para castigarte y desaparecimos setenta y dos horas. Enfermaste o llevaste tan lejos tu juego que tuvimos que ir a rescatarte al Hospital Calixto García, donde parecías una azucena desfallecida con suero y todo puesto. Ernesto si cayo en la trampa completamente. Al principio te tenia miedo, pero luego parece que lo perdió porque ya ves lo que hizo al final. Todavía él se defiende alegando que tú lo abandonaste por la puñetera novela. Ellos siempre tan débiles. Nunca volvimos a hablar de eso, fue un pacto tácito de todas, pero ahora que han pasado trece años, quisiera saber qué piensas tu. Es cierto que nos cayó el Armagedón. Una verdadera cadena de sucesos aciagos. Explotó con tu novela. Vino luego tu divorcio, la permuta de la casona de Calzada del Cerro, la permuta mía para darle una casa a Fernandito. Disuelto el Círculo de la esperanza. Y detrás, como si lo nuestro solo fuera el preludio, la Embajada de Perú llena de gentes y el éxodo masivo por el Mariel. ¿Qué fue todo aquello? Un aviso de que terminaba el periodo rosa de la Revolución. Ya nunca volvimos a ser los mismos. Se fue a la puñeta el desprendimiento de los días iniciales y nuestra delirante existencia de universitarias y recién estrenadas trabajadoras se fue con los 70. Esa fue una década bien jodida para todas, menos para nosotras que teníamos tu magia y nos hicimos cómplices de ella con el arrebato que sólo se padece en los años juveniles. Cuando pienso en estos más de treinta años transcurridos me desconcierto. Nos pasamos el tiempo haciéndonos preguntas y las respuestas llegan ahora. Respuestas no, preguntas, decenas de preguntas que no tienen respuesta porque en el fondo una pregunta gigante nos envuelve a todos:¿A dónde vamos a ir a parar?