lunes, 26 de marzo de 2012

Isadora cumple años


 Alabanza
 para la niña que sigue siendo María Isadora

Como Jesús creo
              en lo pequeño
la diminuta flor silvestre
las hormigas
los botones que abren y cierran
                                   la camisa
los ojos de las aves
el tornillo que afirma
el panecillo breve
                             que no engorda
el imperceptible retoño
                                    del amor
y tus manitas, hija
Tus tiernas manos
con la primera caricia
 de reconocerme madre



























miércoles, 21 de marzo de 2012

La Sole en La jiribilla

Soledad Cruz:
UNA MUJER ENTRE ADIOSES Y BIENVENIDAS
Por Paquita Armas Fonseca
Fotos: cortesía de la entrevistada
Los años ochenta por circunstancias diferentes resultaron ricos en una prensa con cierto grado de polémica y con una abundancia de crítica que ni antes ni después se ha conseguido en Cuba, al no ser durante los primeros tiempos de los sesenta. En ese contexto Soledad Cruz se dio a conocer con amplitud (ya era periodista desde comienzos de los 70)  con sus trabajos sobre televisión, radio y otros temas de la realidad nacional que provocaban airadas controversias entre sus lectores. Más de “un agredido o agredida” le respondió personalmente en el propio periódico Juventud Rebelde, en los festivales Caracol o en otros encuentros de intelectuales.
Por esa época la periodista nacida en Camagüey si tuvo muchos amigos y amigas, también le abundaron los contrarios. Sólo el tiempo, la madurez de Soledad, los años de labor diplomática y quizás ese actual cultivo de las formas asiáticas de buscar el equilibrio interno y externo, han hecho que su presencia ya no represente la amenaza de promover una discusión, aunque siempre está dispuesta a desenfundar su opinión.
Pero esta polémica mujer junto al periodismo cultivó la poesía y la narrativa, especialmente para niñas y niños, en los que la ternura señorea de principio a fin.
Como no pretendo entablar una polémica son Soledad a estas alturas, luego de haber conseguido que la paz sea lo común en nuestros encuentros, hablé con ella como escritora y no como periodista. Ese tema ¡muy interesante! se lo dejo  a otro colega.
-¿Cuándo escribiste un cuento, un poema, una novela… por primera vez?
-Nací y crecí en una familia que sin ser académicamente ilustrada se interesaban por todo lo que ocurría, eran comunicadores natos, tenían ese hábito casi perdido de la conversación, las discusiones, los puntos de vistas diferentes que se expresaban luego de la comida, en la sobremesa, bajo el farol de keroseno, o las velas. La historia de Cuba y las leyendas de fantasmas y aparecidos llegaban envueltas en el olor de los jazmines del jardín de la abuela Catuca y las décimas del Cucalambé. Así, por tradición oral escuché mis primeros cuentos, poemas y hasta novelas versificadas. Y tan pronto aprendí a escribir comenzó mi vocación por la escritura que cristalizó primero en las composiciones en la escuela, seleccionadas casi siempre para ser leídas en los actos escolares. Como mi familia por parte de mi madre Zoila Guerra yo tenía el virus de comunicarles a los otros mis sentimientos, inquietudes e ideas. Muchos años después los Guerras fueron los protagonistas del libro de relatos Jinete en la memoria, publicado por la Editorial Abril y que fue premio La rosa Blanca de la UNEAC en 1990, a partir de los criterios de un jurado que presidía José Antonio Portuondo.
-¿Eras buena en español y literatura? ¿Por qué ese afán desde niña por las letras?


-Desde que aprendí a leer me convertí en una apasionada de los libros y el primero que me marcó fue El presidio político en Cuba, escrito por Martí siendo prácticamente un adolescente, aunque yo recitaba sus versos en los actos de los sábados en mi escuela primaria Sierra Maestra, dirigida por Ana Gloria Varona del Central Argentina, en Florida, Camagüey, que es el sitio endulzado en el recuerdo por las zafras azucareras donde transcurrió  la primera etapa de mi estancia terrestre. La edad de oro llegó después y estando en sexto grado leí una novela El rio, cuyo autor no recuerdo, publicada en la revista Mujeres, cuya historia me hizo evidente que lo que yo quería hacer en la vida era escribir. La protagonista era una adolescente con similares inquietudes a las mías que necesitaba plasmarlas en letras. Leía desaforadamente, los regaños en el aula eran por tener un libro escondido entre la libreta, los regaños en casa eran porque por leer hacía a un lado las tareas domésticas que entonces las madres enseñaban tan pronto una espigaba...Esa pasión me hizo ser buena en Español y Literatura y ganarme el sobrenombre de Polilla cuando estaba becada en la Secundaria Luis Augusto Turcios Limas, de Camagüey, donde fui monitora de Español y como tal por períodod di clases a alumnos de grados inferiores cuando faltaba una maestra.  Ese afán por las letras venía de mi necesidad de saber lo que querían comunicar los otros y luego el contagio de trasmitir a los demás todo lo que sucedía en mi y a mi alrededor. Pero también de percatarme que en la locura que se vivía en el viejo caserón de guano de la casa de los Guerras estaban los elementos que magistralmente expresó Gabriel García Márquez en Cien años de soledad, que la historia de amor de mis padres era más novelesca que las novelas radiales que escuchaban mis vecinas, porque mi madre no escuchaba esas radionovelas, pero si leí los poemas que aparecían en las revistas que se acumulaban en casa, traídas por quienes querían un modelo de vestido. Los primeros libros los traje yo, robados algunos de la biblioteca escolar para formar la mía en casa. Esa gran aventura que es leer afianzó mi fascinación por la realidad, por lo real maravilloso de la existencia, por la complejidad de la vida, porque cuando profundizas en ella te percatas de la trama infinita que no se puede apresar totalmente que trasciende la imaginación más portentosa. La imaginación, la fantasía, son una especie de intuición de esa complejidad que va del gusano a las estrellas, del movimiento sideral a preparar unos suculentos frijoles negros.
- Luego de ser una polémica periodista te das a conocer en Cuba con la literatura infantil ¿por qué?
-El periodismo me absorbió por completo, era la gran oportunidad de tener una justificación profesional para bucear en la vida, en las gentes, en el país, para entrometerme en todo. Recuerdo que muchos amigos me reprochaban pero ¿por qué tú tienes que meterte en todo, porque tienes que formar esos líos? Por vocación, y por convicción de que nada humano me es ajeno, por el compromiso conmigo misma de entender, porque la indiferencia es una de la causante de grandes males en el mundo, pero en medo de ese torbellino, siempre tenía que expresar cosas que no cabían en el periódico, aunque cuando estudié Estética en el ISA me pareció de pronto que ya todo estaba dicho y qué iba yo a decirle a los otros, pero una vez más Martí fue  salvador con esa expresión contundente; todo está dicho ya, pero las cosas cada vez que son sinceras son nuevas y la maternidad, traer al mundo a María Isadora, esa criatura que hace homenaje a sus nombre de santa y diabla, me motivó a inventarle cuentos que luego me decidí a escribir y fueron publicados por la Editorial Abril baja el título de Fábulas por el amor. Es decir que lamento que  algunos  no se hayan enterado pero en el comienzo de la década del 90 aparecieron mis primeros libros para niños y estuvieron ente los más leídos según el record que llevaba la revista Bohemia.
- En el extranjero has publicado tanto o más que en nuestro país ¿incluye literatura para adultos  y para niños?
- Cuando entre grandes polémicas, como siempre todo en mi vida, me enviaron a París en 1994, como embajadora Extraordinaria y Plenipotenciaria, Delegada permanente de Cuba ante la UNESCO, ya yo tenía un poemario, mi primer libro en realidad de 1988 por el Comité de Intelectuales de Puerto Rico, Documentos de la otra,  publicado gracias  a los buenos oficios de la doctora Awilda Palau, una luchadora independentista de Puerto Rico que había topado con mi extenso poema manifiesto Declaración pública de amor, en la Revista Plural de México y por arte de las magias de la vida se interesó en mi obra y la hizo pública. Ese libro provocó un ensayo de Alessandra Riccio, crítica italiana especialista en literatura hispana que luego tradujo y publicó Declaración Pública de amor. En ese momento del período parisino yo había publicado con Abril Jinete en la memoria, Fábulas por el amor y la novela Adioses y bienvenidas y me habían otorgado el premio La Rosa Blanca de la UNEAC y el Abril en 1994 por esas obras para niños y jóvenes. Otro acto de magia, un verdadero milagro fue que Bianca Pizorno, muy reconocida escritora italiana, Embajadora de buena voluntad de la UNICEF, le impresionó  la ilustración de portada de Adioses y bienvenidas entre los libros viejos de la Plaza de armas, se interesó por la autora, la localizó, propuso la novela a Mondadori, la tradujo y sin soñarlo siquiera me encontré en la Feria de Bologna de 1998, entre notables autores europeos, a bombo y platillo presentando Delfin Delfinero. Luego, traducidos por Bianca fueron apareciendo en italiano Il cavallo con l¨ombrelo en 1999 y Sotto il pino Amor grande en el 2006, como parte de una historia de Cuba hecha por relatos de infancia de la Condesa de Merlín, Reneé Méndez Capote y esta servidora, como diría mi abuela Catuca. En Italia también se publicó traducido por Alessandra Riccio Lettere credenziale en 1999 y Com´é cambiata la vita del bambine en Cuba en el 2004, como parte de selecciones de textos cubanos publicados en Italia.
Antes de esos capítulos italianos, se había publicado Remarquing a Lost Harmony, stories from Hispanic Caribbean en 1995, una antología de escritores del Caribe hispano de los 80, a cargo de Margarite Fernández Olmos y Lizabeth Paravisini-Gebert, en la cual aparece Public Declratión of Love, entre los textos escogidos por Cuba
- Y en Cuba?
-Mientras algunos de mis textos eran traducidos en otras esquinas del planeta, en Cuba aparecía con la modestia de papel a que obligaban las circunstancias, el poemario Documentos de la otra en 1991, publicado por la Editorial Capitán San Luis y Secreto Chocolate en 1994, como parte de la Operación Juguetes de esa misma casa editora, que en el 2000 publicó Caballo blanco con paraguas y en 1998 aparezco por primera vez en una antología de literatura para niños, Mucho cuento, de Enrique Pérez Díaz, publicada por Editorial Unión: en tanto , en Francia la Editorial Índigo daba a conocer en una edición bilingüe Francés -Español Declaration publique d´amour en 1999 y Les doutes du feu en 2001.
Después de concluida mi misión diplomática en París, en diciembre del 2001, mis cuentos para niños siguen apareciendo en selecciones o antologías, tales como El cuento de nunca acabar y otros misterios en 2005, Cuentos a caballo en 2006, Mucho más cuento en 2009, Tiempo de amar 2009, Vestida de mar en2010, Cuentan que de amor un día en 2011, entre otras como Uno, nosotros todos, fruto de un concurso convocado por la Fundación de derechos civiles de España, donde resulté finalista.
En el 2004 la Editorial Ácana de Camagüey publicó mi poemario para adultos Erótica del adiós. Para niños aparece en mini libros de la Editorial gente Nueva, en su colección juvenil Eternamente tuya en 2008 y Ediciones Unión publica en 2010 en su Colección Dienteleche Polémica de las estaciones. Como se puede apreciar, años tras año han ido apareciendo muestras de mi escritura, así que a pesar de la crisis del papel y otras razones, paso a paso continúa mi devoción a la letra impresa, paso a paso como construí mis andares periodísticos, de corresponsal en m pueblo primero, luego desde la ciudad de Camagüey, más tarde en la redacción capitalina, desde donde llegué a hacer radio y televisión, convencida de ese proverbio asiático que dice que el camino más largo comienza con el primer paso.
- Por qué Las dudas del fuego ahora?
-En 2011  Ediciones de La discreta, de España publica Las dudas del fuego que fue presentada en la reciente XXI Feria del Libro de La Habana, novela que había escrito en el verano del 1993, publicada en Francia en el 2001.
Otra vez gracias a los sortilegios de la puertorriqueña Awilda Palau, empeñada siempre en hacer notar el Caribe hispano tomé contacto con la Editorial La discreta que tiene un hermoso proyecto, especie de cooperativa artística cultural y les envié Las dudas del fuego porque me interesaba que apareciera publicada en español. ¿Por qué ahora? Catorce años después de haber sido escrita, 11 de haber sido publicada en francés y presentada por Ugñé Karvalis en la UNESCO y señalo este detalle por gratitud, y por orgullo, porque ella fue en buena parte responsable de la publicación en Francia del boom latinoamericano, porque gracias a ella existe el premio Cortázar en Cuba, porque en ella está inspirada La maga de Rayuela, porque como Embajadora de Lituania en la UNESCO fue muy solidaria con Cuba y conmigo y porque me hizo el más hermosos elogio a Las dudas del fuego: es una obra donde la sinceridad y el amor establecen el equilibrio de una historia alucinante. Aparece ahora porque es cuando los misterios de los libros lo permitieron.
- Cuánto hay de ti, tu vida en Las dudas del fuego?
Mi vida, mis sentimientos, mis ideas, mis experiencias, mi fascinación por las mil caras de la realidad, por esa trama que no cesa y me hace descubrir nuevos aspectos en lo que no había reparado antes están en todo lo que escribo, quien leyó los artículos en Juventud Rebelde y luego lee los textos de pretensiones poéticas de Documentos de la otra o la novela Adioses y bienvenidas, o los cuentos para niños o ahora Las dudas del fuego se puede percatar del empeño de hacer notar, de compartir, las inconformidades con tantas cosas que limitan la posibilidad de disfrutar y enriquecer ese suceso fabuloso que es vivir y el entramado revelador entre lo común y lo extraordinario que es su esencia. Las dudas del fuego fue escrita al calor de los acontecimientos del año 1993, entre el desconcierto  y la esperanza, siempre la esperanza como gran mediadora ante las adversidades y en ella, como en otros textos, hay un juego  con las personas  que forman parte de mi existencia que ellos entenderán.
- Y que tienes en el tintero?
-En el tintero no, listas para sufrir el pujilato de que sin son aceptadas o no por las editoriales, siempre on el susto de si interesarán a sus destinatarios, tengo para publicar Los amores de Celia, un intento de retrato de esa mujer que como pocos logró en si la simbiosis de lo común y lo extraordinario, me refiero por supuesto a Celia Sánchez Manduley, las noveletas Amarnos sin convivir y Su excelencia y el vendedor, la novela Los náufragos de la paradoja, los poemarios Ciclón interior y Me amo en tu nombre. Para niños y jóvenes están los libros de cuento Los ojos del corazón y Peripecias de Hada con H, y la noveleta Sobresaltos en alegrón.
Estoy preparando un tomo de mis artículos periodísticos, quizás dos, tres, quien sabe. Escribí tanto en ese periódico Juventud Rebelde que a mi misma me sorprende la cantidad de textos que encuentro tanto en la sección Comentarios, como Por el ojo de la aguja o en la página cultural. Repasar todo eso es algo que me da mucha satisfacción. Ese período largo e intenso que me hizo merecedora del Premio Internacional de Periodismo José Martí en 1989, teniendo entre los jurados nada menos que a mi venerado poeta argentino Juan Gelman.
La verdad es que cuando hago un recuento de mi vida personal y profesional, aunque sea breve siento una gran gratitud por tantas satisfacciones que prevalecen sobre los contratiempos, por tantas gentes que oficiaron de magas y magos, de hadas y duendes y porque no se me han quitado las ganas de salir a la lluvia aunque tenga que mojarme. Es cierto, sin embargo que en este 2012 donde comletaré los 60 años de mi existencia me sirve de sombrilla protectora la certeza de que la vida, entre otras cosas, es una continua alternancia entre adioses y bienvenidas, disfrutable si la aceptas como parte de los sortilegios de la diálectica. ( Publicado en la revista digital cubana La Jiribilla)



jueves, 8 de marzo de 2012

Su excelncia y el vendedor.

( Fragmento)
-      Señor, ¿usted me escucha?


( Sí, necesito dormir junto a un hombre.  No digo siquiera hacer sexo.  Sino dormir simplemente.  Sentir que no puedo moverme de un lado a otro de la cama porque encontraré el espacio reducido por un cuerpo de varón.  Hace calor otra vez en París, un calor absolutamente tropical.  Me encanta el sudor compartido.  Es una forma de intimidad especial.  Oh, el olor, Dios, el olor del sudor es tan particular.  Cada cual tiene el suyo.  Aquí las gentes carecen del sentido de identidad porque no sudan o enmascaran el sudor con esa cantidad de cosméticos que usan.  Entonces es insoportable.  Es la peste.  Conozco el olor de Jean.  Lo he sentido durante las largas caminatas por el parque.  Me gusta.  Y me gusta asustarlo.  Ahora le veo el miedo recorriéndole el cuerpo y puedo sentir en mi nariz el olor de su sudor.   Se engaña o no se conoce.  Ni sabe que podría ser un buen pintor.  Eso me conmovió desde el principio.  Es mi frustración.  Si yo pudiera pintar.  Llevarme a casa en una cartulina los sitios increíbles que descubro en el planeta.  O los que imagino.  Esas figuras de Chagall por los aires.  Así me gustaría que Jean nos pintara en el bosque, volando por encima del bosque, pero no se lo he dicho para que no aumenten sus sospechas.  Ahora mismo está desconcertado.  Como la tarde clara y calurosa de agosto en que le pedí que me dibujara una oveja.  No se ha leído a Saint-Exupéry.  Yo me sentía aquellos primeros días como quien llega a otro planeta y encuentra al primer ser viviente con quien entablar comunicación.  Siempre supe cuánto quiero a la isla, no me hace falta estar del otro lado del Atlántico para saberlo.  Pero llegas a otro mundo y a los pocos días estás como el E.T. gritando: casa!.  Es tan bello todo aquí y tan terrible.  Me aburre oír hablar todo el día de dinero.  sí, ya sé que el dinero hace falta.  Es la regla del juego.  Te inmoviliza no tenerlo.  Ahí están los aviones supersónicos, los aeropuertos abiertos a partir para cualquier lugar del mundo, los trenes que devoran distancia, los automóviles como cohetes terrestres, pero si no tienes el dinero, la gran contraseña para el pase a bordo de la post-modernidad, sigues viviendo en el paleolítico.  Al mes de llegar a París me sentía abrumada.  Prisionera de redes invisibles.  Para el banquete de la belleza, suficiente caminar la ciudad, recorrer el Sena desde la Torre Eiffel hasta Notre Dame.  Es una ciudad amable, no por la proverbial cortesía de que hacen gala los franceses, sino porque el mundo se vuelca en ella y nadie desentona en el caos armónico; y una siente la aureola de la ciudad, la que le fueron legando sus habitantes ilustres.  Son las mismas plazas y calles que miraron Balzac, George Sand, Vallejo, Carpentier.  No es que me sienta extranjera.  ¿Quién puede sentirse extranjero ante El Beso de Rodin, Notre Dame o el Claro de Luna de Debussy?  Ante el patrimonio de la especie.  Es ante la reserva que surge el sentimiento de que no soy de aquí.  Es la falta de responsabilidad del afecto.  Allá, de donde vengo, uno siente que demostrar a las gentes el cariño es parte indispensable del alivio de los rigores del suceso intrincado que es vivir.  Aquí cuesta trabajo acercarse a la gente, aunque sonrían, aunque sean corteses.  Por eso me sorprendió la cálida acogida cuando le pedí fósforos y lo fácilmente que comenzó a conversar.  Claro, yo no entendía lo que hablaba y cuando comenzó a dibujar y me di cuente de lo que intentaba estuve a punto de mandarlo al diablo.  Me detuvo todo lo que escondían las líneas, las imágenes.  Allí había una sensibilidad amordazada por sabe Dios qué desafíos no aceptados.  Tanta obsesión por vender.  A lo mejor fuera rico si se hubiera dedicado a la pintura.  El no se percata, pero tiene la casa de un pintor.  Ese pequeño jardín frente al río, la necesidad de ventanas que le permitan una perspectiva del paisaje.  Sí.  Era un hombre desencontrado de sí mismo, fuera realmente de su órbita natural, de la que salió un día para buscar un tesoro que va con él y no ha descubierto.  Lo fui conociendo día a día y disfrutando el interés que despertaba en él aunque estoy completamente fuera de los códigos que aprendió.  Este país que dio a los más grandes románticos ha olvidado las señas verdaderas del amor.  No reconocen nada fuera de los esquemas que les ofrece la televisión.  Son una especie de aristócratas pop.  Todos sueñan con tener un castillo como los antepasados para llenarlo de aparatos electrónicos y máquinas para cuanta cosa haya que hacer.  En eso se les va el tiempo y ya no les queda ni un segundo disponible para hacer el amor.  Se olvidaron de la pasión.  Lo consiguieron todo pero no se tienen a ellos mismos.  Y buscan cómo llenar el vacío.  Creen que pueden solucionarlo todo adquiriendo más y más cosas.  No es sólo Jean.  Ocurre con todos los que conozco.  Por eso se fascinan con la isla.  No saben por qué quieren volver una y otra vez, quedarse.  Hasta la más barata muchacha que encuentran, hasta esas flores tristes, pueden ofrecerles una sentimentalidad que perdieron, un sentido del goce que no aparece en los catálogos de las tiendas sex-top.  Los salva, a veces, que todavía pueden ser tentados, el hastío no reconocido de que tampoco encuentran el camino de la felicidad, les hace dudar y en esa duda pueden producirse los mejores accidentes.  Le he visto los temores a Jean una y otra vez reflejados en su rostro y el asombro.  Me han divertido tanto sus apuros.  El no haberme deslumbrado con su casa, ni con su carro y sí con su pintura incipiente.  Hubiera sido sencillo acostarse con él bajo el influjo de esas impresiones.  Pero yo necesitaba una relación de otro estilo.  De lo contrario sería caer en las redes esclavizadoras del ritmo imperante.  Adoro los preludios del apareamiento, relegados ahora por esa facilidad con que se entrega todo para no dar nada en realidad.  Fue verdaderamente orgásmico, un verdadero orgasmo de cuatro estaciones, sentir cómo iba haciendo dependencia de los encuentros en el parque, de los dibujos, de las conversaciones.  Cómo podía tener sexo con otras mujeres mientras pensaba en mí, por cosas tan sencillas como las que le he ofrecido.  Tiene sensibilidad y tiene miedo a las persecuciones de su propia contradicción y a las foráneas.  Claro que no es lo mismo tener relaciones con una africana, una asiática o una norteamericana, a tenerlas con una isleña que viene del pedazo de tierra que más jaleo ha creado en la segunda mitad del siglo XX.  Así se van entrelazando las trampas creadas por el mundo para que dos simples mortales conviertan el suceso de haberse encontrado en una batalla encarnizada, donde se piensa en tácticas y estrategias, como si se tratara de generales y no en caricias y besos como deberían sentir los posibles amantes.  No se ha avanzado nada desde Romeo y Julieta.  Los opositores al amor han crecido desde entonces entre los bandos Capuleto CIA y los consorcios de televisión Montesco S.A.  El único progreso lamentable es que la gente no muere de amor, sino de SIDA o exceso de drogas.  Yo quería una historia  diferente en París, un reto a la post-modernidad.  Llegar a la situación límite para que se produzca la escena obligatoria bajo el imperativo del éxtasis.  Un año entero fraguando de día en día el clímax.  Esa sencilla estrategia, que sólo era la norma mínima en tiempos de mi madre, ha perturbado enormemente a Jean.  Lo he confundido de tal modo que ahora no sabe responder ante algo que él mismo ha estado deseando.  Yo sólo quería un homenaje a Benedetti.  Mi táctica es quererte y mi estrategia que un día tú me necesites.

viernes, 2 de marzo de 2012

Paisaje


Mientras el mundo se despedaza irracional
escribo cartas de amor a un desconocido
tejo paciente los argumentos, los viejos argumentos
para tejer a prisa cualquier historia nueva
me duele el mundo más que un cólico nefrítico
más que el dolor más dolorosamente irresistible
y no me averguenzo de ser una escritora política
ni tengo miedo a la palabra comunismo y sé
sé que en vez de una aspirina, como lo dijo Roque
es un grandísimo dolor de cabeza, un dolor de crecer
un dolor diferente al que produce este mundo sin rojos
que se despedaza irracional, como si la imbecilidad fuera
un desperfecto congénito de la especie, una tara maldita
no se trata del rojo de Moscú o del vaticano
del púrpura de cualquier imperio muerto de decadencia
digo la roja militancia en la vida, la de John Donne
la que obliga a preguntar inquieto por quién
por quién doblan las campanas, por quién
que parte de nosotros se despide en las masacres
en las limpiezas étnicas, en la expulsión de pobres de los templos
que parte de nosotros hemos perdido cuando los niños juegan a
                                                                                         matar
me duele el mundo, como el olor más doloroso, pero me animo
mientras escribo cartas de amor a un desconocido
por el placer de escapar de la barbarie, para testificar contra
el holocausto cotidiano de la noble existencia, porque me urge
siento la apremiante urgencia, la roja responsabilidad
de salvarme, de salvarnos, de no dejar morir de indiferencia
la  promesa que somos ante la inmensidad del universo.