jueves, 30 de septiembre de 2010

Nacimiento de Ada con H



La niña que luego serìa conocida como Hada con H se escapò del vientre de su mamá, sin avisar, antes del tiempo previsto. Habitualmente, las niñas y los niños llegan a lo profundo de su mamá como una semilla, que tarda en florecer nueve meses, pero Hada con H se impacientó.
 En realidad lo que sucede en el vientre de la mamá desde el momento en que aparece la semilla parece cosa de magas o de hadas y lo es aunque como buena magia al fin no se ve a simple vista o porque lo esencial es invisible a los ojos y sòlo se ve con el corazón, tal como sentenció el Pequeño Príncipe.
 La semilla de donde nacen las niñas y los niños hace un largo viaje con otras muchas, muchas, desde dentro del papá, pero como si una varita mágica le hubiera dado particular fuerza, esa única semilla es la que llega a un huevo que tiene la mamá, allá en la gran cueva de la vida  y entra como las otra semillas en la tierra.
 Es como una siembra por eso las niñas y los niños se parecen tanta a las plantas con sus caras como flores y los brazos, como ramas y los pies como raíces, pero como los árboles son pájaros fijados a la tierra también se parecen a los pájaros  y hasta los peces, porque como los peces esa primera cuna en el vientre de la mamá esta hecha con muchos líquidos, un agua especial que los alimenta desde que la semilla, después un largo viaje entra en la mamá.
 Eso lo supo la  niña que serìa conocida como Hada con H cuando la abuela le contó la historia de su nacimiento y el susto que le hizo pasar a todos con su apuro. Porque lo que suele suceder es que cuando la semilla se establece en el vientre de la mamá y se acomoda en esa primera cuna, ese primer nido o casa, demora nueve largos meses en convertirse en una niña o un niño. Es un huevo, casa, cuna, nido lleno de un agua especial para alimentar a la criatura que debe estar lista a los nueve meses.
 Pero esa agua, contenta porque va a hacer un trabajo muy hermoso, de tan feliz que està, quiere jugar y juega a dibujar. Comienza a moverse y juega a que formará un pez o un pajarito hasta que decide que surjan poco a poco, como en un rompecabezas, aprendido de memoria, todos los pedacitos, que juntos, hacen una niña o un niño.
 La que niña que después llamarían Ada con H, aunque parecía estar  muy a gusto en  la bolsa de agua donde crecía, porque los análisis mèdico así  lo demostraban, daba noticias de cierta inquietud. Sentía el corazón de su mamá latir junto con el de ella, la respiración de su mamá y cualquier cosa que pasará a la mamá. Si estaba triste, si estaba alegre. Era un lugar muy cálido, muy agradable, como una piscina hecha a la medida, pero tan justo que no podía estirarse,  porque aquella bolsa de agua y cariño la obligaba a estar encogida, como un saltador o un saltamontes cuando se preparan para el salto y por eso daba vueltas para acá y para allá. Cuando ya llevaba tres meses en lo hondo y  era un bebé en miniatura comenzó a dar síntomas de que también le llegaban lejano, lejanísimo, como cuando se està en  una cueva, los sonidos del exterior, porque la mamá sentía los saltitos en su vientre si la perra Preciosa ladraba mucho cada vez que alguien tocaba a la puerta, o cuando los tambores que tocaba el papá llegaban al punto màs alto o sonaba el silbato del tren anunciando su paso.
  En la casa todos estaban alegres, esperando a la que serìa Hada con H. Preparaban ropitas, cuna, bañadera, sábanas bordadas, coches y hasta un velocípedo. Un gran ajuar que incluía una repisa con libros de cuento y otros para dibujar. En todas las conversaciones salía a relucir como serìa aquel bulto que crecía en la barriga de la mamá. ¿Serìa rubia o morena?,
¿Tan dulce como el padre o tan enérgica como la madre?¿ Le gustarían los cuentos de la abuela o preferiría encaramarse en los árboles, como el abuelo. que tenìa por oficio encaramarse en las altas palmas  para  pedirles el palmiche que engorda a los puerco. Era el gran juego de las adivinanzas para develar un gran misterio que sòlo se puede saber con el pasar del tiempo.
 La madre se relamía de gusto, como la perra Preciosa ante un plato de picadillo, cuando pensaba que en lo màs profundo de ella, dentro de la bolsa maravillosa, la que serìa Hada con H iba creciendo cada día con los latidos de su corazón, con el mismo aìre que ella respiraba, con las frutas que comía  y se cuidaba mucho para que la niña naciera sana, porque antes de que aquel aparato mèdico lo determinara, ella sabía que era una niña.
 Por eso le pedía al papá que no tocara los tambores cerca de ella, a la abuela que no pusiera tan alto el programa donde oía los danzones, aunque fuera muy melodiosa su música.
 Le exigía al hijo mayor que bajara el volumen cuando veía las películas de los huevos que querían ser pollos, de supuestas guerras de galaxias, de anillos extraños de la historia, o de Harry Potter  que lo hacían gritar por las sorpresas en esas aventuras.
 Y le prohibió terminantemente a la perra Preciosa que ladrara detrás del gato o ante la puerta, aunque no pudo convencer a los gorriones de que suspendieran su concierto cada mañana.
Ah, pero a pesar de todos esos cuidados parece que  hasta la niña que crecía dentro de su barriga, llegaban todos aquellos sonidos tentadores y quería averiguar  como el curioso Meñique, de donde salían y una mañana tan pronto los gorriones entonaron su saludo matutino comenzó a moverse tanto y tan rápidamente  que rompió la bolsa acuática y se salió para asombro de la madre que del susto empezó a gritar, contagió a la abuela, a la perra Preciosa, al gato y hasta los gorriones que salieron en bandadas piando. Se armó tal algarabía que vinieron los bomberos, los médicos en una ambulancia y al final no se supo si la niña llorò o rió porque el ruido lo silenció, pero lo que no pudo ser silenciada fue la mirada de la niña que, para nueva sorpresa de todos se movía de un lado a otro como el Gato con botas cuando estaba preocupado.
  La comitiva se encaminó al hospital con bomberos, la abuela, el papá tocando los tambores, la perra Preciosa, el gato, los vecinos y hasta los gorriones que decidieron seguir aquel carnaval repentino. El susto ya se habìa ido volando en un papalote que apareció en el cielo y que rozó la ambulancia con su cola multicolor.
 Después de bañada y vestida por una enfermera que cantaba bajito todo el tiempo, la familia pudo reparar en la criatura, que era tan pequeñita, que cabía en una hoja del perfumado caisimòn como la Almendrita del libro Habìa una vez
-         Pero està muy bien, la chica aseguraron los médicos.
-         Es del tamaño de hada de Pinocho, o de la Campanilla de Peter Pan, sòlo le faltan las alas, dijo arrobada la abuela.

  Lo cierto es que la niña se asemejaba a los liliputienses que encontró Gulliver en sus viajes o al ratoncito Jerry que tantos apuros le hace pasar al gato Tom, pero era tan dulce como las hadas dulces, porque hay hadas malas como la que maldijo a La Bella durmiente.
-         Me gusta ese nombre, exclamó la mama, la llamaremos Ada.
-         Si, pero Ada con H, para que se sepa que esta relacionada con las hadas de las màs lindas historias escritas para los niños desde que el tiempo empezó a ser contado.
Hada con H se fue enterando de esas historias de hadas, gatos con botas, bellas durmientes, gracias a la abuela que se las contaba desde antes que le salieran los dientes, antes de tiempo también, y antes de que caminara por su cuna como si llevara alas en la espalda cuando le salían los dientes.
-         Alabao, decía la abuela como la Cucha, de la televisión, pero esta niña es una bola de apuro.
Y seguía contàdole y contándole. La abuela estaba segura que los cuentos propician la buena salud y motivan a hacer preguntas, como las cosquillas a reír. Pero le llamaba la atención que la niña, seguía como las muñecas, pequeña y hermosa como si alguna hada estuviera haciendo algún conjuro para que Hada con H se fuera a convertir en hada de verdad.
 Hada con H, ajena aquellas preocupaciones de la abuela, continúo su vida como los otros niños. Bajó de la cuna, corría por toda la casa como si tuviera alas, corría detrás de la perra Preciosa y el gato, le echaba pedacitos de pan a los gorriones que pronto inundaron la casa confianzudos, intentaba coger las flores del flamboyán que se asomaba por la ventana  y todo lo preguntaba.
-¿ Por què la perra no puede volar y los gorriones si?
-¿Dónde se esconde el sonido de los tambores de papá?
-         ¿Por donde  entra la música que canta mamá?
La abuela respondía siempre las preguntas y las respuestas eran como cuentos que explicaban todos aquellos misterios que hada con H quería descubrir. Hasta que un día surgió la interrogante que màs difícil fue para la abuela.
Del alero de la ventana cayó un nido de gorriones llenos de huevitos. La niña no permitió  que la perra y el gato lo tocaran.
-Es muy frágil el nido, no lo aprietes, porque en esos huevecitos  están los hijos de los gorriones, dijo la abuela Zoila
Hada con H se quedò callada por un rato y después preguntó:
-         Abuela,¿ de que nido vengo yo?
La abuela comenzó a narrar entonces las peripecias del nacimiento de Hada con H.





jueves, 23 de septiembre de 2010

Generaciòn R

Nosotros, los de entonces,
sòlo querìamos cambiarlo todo
para màs bonito
Prohibir la censura
de llevar amapolas en el pubis
entrar descalzos a la gloria
abrir todas las puertas
para entrar o salir segùn antojo
sin pedir permiso a los burocràtas
que no se van ni se quedan
siempre estàn de viaje
Nosotros, los de entonces
sòlo querìamos un modo diferente
de navegar la vida
con derecho a todas las preguntas
y a buscar juntos las respuestas

martes, 14 de septiembre de 2010