jueves, 25 de agosto de 2011

Un recado de Camaguey


CÓMO HACER LA PRIMAVERA
Ada Sayas Bazàn

Escribir sobre las diferencias humanas para un lector juvenil resulta una tarea fácil, pero hablarle de este asunto a los más pequeños, sin complicar la trama que de hecho debe ser tan sencilla como el lenguaje, ni menoscabar la profundidad del tema: es un reto. Y Soledad Cruz lo ha logrado en su libro “Polémica de las estaciones”, publicado por la Editorial Gente Nueva en la colección DienteLeche, magistralmente ilustrado por Raúl Martínez.
Soledad, apela a los sentimientos del niño, a su imaginación e inteligencia, y mezcla con absoluta sagacidad los temas más escabrosos la muerte, la orfandad, el dolor del desamparo, la segregación,  la pobreza, las desavenencias familiares, y la amargura con los más tiernos y poéticos el amor a la naturaleza, la importancia de la familia, la fe en la vida, el optimismo, y la belleza.
Sin ñoñerías o banalidades, ni teques moralizantes nos da a todos una clase magistral, de cómo deben ser las relaciones entre padres, hijos, y abuelos.
Cuando leemos esta historia, donde prevalece lo poético en el tono general del discurso narrativo, podemos hacer una analogía entre cada uno de los personajes de la misma por sus respectivos sentimientos, caracteres y estados de ánimo y las diferentes estaciones. Solo hay cuatro integrantes en esta pequeña familia: una niña de nueve años, que bien pudiera ser la Primavera, con todo el verdor de la fe y la alegría que caracteriza a una vida que recién comienza; para ella, hasta el hacinamiento tiene su magia, no le importa dormir en una litera, como tampoco a la abuela Inés: “Por suerte me ha tocado esa ventanita a la altura de mi cama  y esta abuela que sabe convertirlo todo en algo agradable, hasta vivir en esta casa inventada en un antiguo garaje para guardar autos”.
 Inés, por su optimismo, y las sentencias filosóficas o sabias reflexiones que nos regala de una forma amena a lo largo de todo el libro, consigue representar la madurez del Otoño: “Y tu papá aprenderá alguna vez que todos los sucesos que te dan un poquitico, aunque sea un poquitín, de alegría son medicinales”, y nos dice en otro momento:”…muchas cosas tienen sus orígenes, sus comienzos en otras que no parecen tener nada que ver con estas que ocurren ahora”.
La niña tiene dos ventanas: una, por donde día y noche es testigo del esplendor de la naturaleza; otra, es esa abuela especial que le ha enseñado a percibir los cambios más sutiles de las estaciones, y los misterios de las plantas, que son capaces hasta de salvaguardar su memoria. Inés no solo logra que su nieta descubra la belleza, sino además que la disfrute, y finalmente que la aprehenda en lo más profundo de su pequeño ser. La pequeña también se contagia con su sabiduría, y respecto a sus padres la escucharemos decir: “…sino que tengo el deber y el derecho de, con respeto, hablar con ellos y no molestarlos más pidiendo esto o aquello que no pueden darme”, o  Pero lo que he logrado entender es que no se puede juzgar a primera vista …”
En la naturaleza también encontramos los tonos grises y oscuros, y este libro no está exento de ellos: “Y hay que pasarse una semana con todo gris y frío para saber lo rico que es el calorcito iluminado”. Esos tonos negativos también estarán presentes en los personajes: “…los matices de las estaciones que mamá y papá no pueden sentir porque siempre están muy ocupados y molestos por lo estrecho que vivimos…”
Con naturalidad, y sin dejos melodramáticos, el personaje-narrador (la protagonista) nos contará con una auténtica voz de niño, los sucesos más negativos y dolorosos que le ocurrieron a su padre: “¡Pobre papá! Su mamá murió cuando él era niño. Su papá volvió a casarse y se murió al poco tiempo. La madrasta de papá lo mandó para una beca, papá sólo venía a la casa los fines de semanas. La madrastra se volvió a casar y tuvo hijos. La casa se fue llenando de gente hasta el punto que papá, cuando regresaba tenía que dormir en el sofá” .La dureza de los eventos que han golpeado al padre de esta familia, tienen el frío color del cielo del invierno, y hace que él se nos semeje a esta estación. No ha podido despojarse de los grises recuerdos de esta infancia maltratada, que finalmente lo conducirá a la amargura.
La mamá de la niña es tan temperamental como el Verano, a veces quema con el calor de su pelea, pero otras, es brisa que sonríe y sueña, mientras pasea con su familia cerca del mar. 
Las desavenencias familiares asoman su oreja en múltiples ocasiones (“hay que subir para la casa de algún vecino, pero no los directos de arriba, que son familia de papá pero ni se saludan”), alertándonos de la necesidad que hay de eliminarlas de los hogares, y como muestra de que la  familia será siempre el núcleo donde se forman los sentimientos, los valores y la sensibilidad del niño, y la importancia que entraña para su desarrollo intelectivo y espiritual.
El sentido que tiene la belleza para poder ver la vida desde una perspectiva más positiva y sana, y su utilidad para curar y aliviar los dolores a los que constantemente todos estamos expuestos niños y adultos,  es la esencia de este pequeño volumen donde nos asegura su protagonista : Voy a hablar con mi papá, porque aunque él tenga motivos para sentirse mal por tantas cosas tristes que le han pasado, nos tiene a mamá y a mí, a la abuela Inés y a esas flores que le regalan cada año esas plantas en las que nunca se ha fijado. Eso no le solucionará sus problemas, pero seguramente le consolará.
Polémica de las estaciones” apuesta por la defensa de nuestros sueños, por la unión de la familia, y por lo valioso de la sensibilidad y la belleza. Y apuesta con la fe, de que siempre que busquemos la paz y la armonía, sabremos cómo hacer la Primavera.