martes, 24 de abril de 2012

Camino a Magarabomba

EXPLORACIÓN O INVOLUCRAMIENTO
CON EL SUJETO DE ESTUDIO
(Fragmento La posible eternidad de Catuca)

Soy Tito. No, no se asuste. Catuca avisò a Mamanantuabo que esperaba una visita  importante  de La Habana y que todo el que pasara por el crucero, si veía a una mujer con tipo de gente extraña, preguntara y si era la visitante esperada, la auxiliáramos. Imagínese, Catuca para nosotros es la prenda mas preciada, así que seré  yo el que obtenga el premio.
¡Bendita Catuca¡, pensé y aliviada de todos los temores monté  en la moto de Tito. No tenìa memoria  del tiempo que había transcurrido desde mi última noche plena, porque aunque los apagones en La Habana no habían disminuido, nunca volví a subir a la azotea. Sin Pancho Miguel no tenìa sentido. Por otra parte, la carencia de transporte había impedido mis excursiones a la finca de los Mir Odoun en Punta Brava. Pero me estremecí como si estuviera a punto de un orgasmo mirando aquel reguero de estrellas en el cielo, sin competidores, porque la luz de la moto de Tito apenas alcanzaba para sortear los baches, mientras gritaba y gesticulaba contándome las cosas de la Doña, el escándalo reciente de su cumpleaños, para el cual presentó un espectáculo de cabaret, con unas mujeres pintarrajeadas que después se pudo saber no eran tales mujeres sino amigos de uno de sus parientes, que anda en sentido contrario, ¿usted me comprende?.
 Reí a carcajadas para susto de Princesa que se había dormido de pura fatiga, imaginando el revuelo pero sorprendida por el atrevimiento de Catuca. La fascinación por el cabaret era uno de los tantos misterios que rodeaba su vida,  pues nadie había podido dilucidar como persona tan ponderada y decente, aunque muy enérgica, aseguraba Tito, podía admirar y codearse con un ambiente que nada tenia en común con su larga vida de estudiosa, sus afanes literarios y su vocación de promotora cultura. En la comarca, desde tiempos remotos, se comentaba que esa era una influencia perversa de París, ciudad que la había fascinado desde su infancia, y, como a su bisabuelo, le había reblandecido la mollera, la hipófisis y el hipotálamo, porque Catuca, con toda su apariencia de adustez y seriedad nunca había vivido como una persona de esas que llaman normal..
 Pero a pesar de su pasión por el cabaret hasta ahora no se le había ocurrido invitar a la tertulia inaugurada por el bisabuelo Narciso Jacinto ninguna figura de ese escenario, de ahí que esa intención justo con la entrada del nuevo milenio y con su centenario, podía ser una influencia perversa del programa televisivo De la gran escena que a Catuca le encantaba, pero de todos modos despertó sospechas en la familia en lo relativo a que en su cabeza se estuvieran produciendo los primeros síntomas de incapacidad para las diferenciaciones, al punto de haberle enviado una invitación muy gentil a Juana Bacallao,  lo cual, de saberlo Rufo Caballero, pensé yo, uno de los pocos críticos sobreviviente del vendaval de los años 90, habría sido llamado como un acto de asunción de la postmodernidad, palabrita que según Catuca, informada por su biznieta María Candela, de las mas novísimas valoraciones filosóficas de la época, no era mas que un travestismo de la decadencia de una especie ignorante todavía de sus verdaderas posibilidades y limitaciones, concepto que  me precisó cuando ya se habían iniciado nuestro perenne diálogo.
Su biznieta María Candela había aportado otro enigma a la entrada del tercer milenio de la era cristiana, según incluía Tito en su prolija información que a falta de grabadora, yo trataba de retener en mi memoria. A pesar de la complicidad que siempre había existido entre ambas no le había comentado nada sobre aquel asunto que tanto diò que hablar, insistía mi narrador particular con picardía.. En realidad, aunque Catuca había apoyado a María Candela en su maternidad en solitario, se decía que ni la mismísima Catuca sabia cómo se habìa originado aquel bulto,  aunque  nada preguntó en la comprensión de que María Candela guardaba el secreto por alguna razón muy poderoso y todavía a mi llegada el secreto se mantenía.

miércoles, 18 de abril de 2012

Amanda espera respuesta


 (Fragmento)
Mamá, y tú, ¿por qué te fuiste?


Sabía que esa pregunta llegaría un día sin avisar.  De pronto.  Como un rayo que estalla en medio de una tarde despejada.  Me he preparado durante muchos años para la respuesta.  Hay tantas cosas que no sé.  Tantos amores que murieron por causas desconocidas.  Tantos amigos que se diluyeron en los avatares del tiempo.  Tantos sueños suicidados sin motivo aparente.

Como literatura evasiva está bien, mamá, pero yo necesito saber por qué estoy aquí, por qué salimos en aquel barquito con Ramón, a quien yo nunca había visto, por qué no nos despedimos de papá, por qué tu nombre es otro aquí, y el mío también.  Y, sobre todo, por qué no quieres ir ni de visita, cuando han pasado diez años.

Me quería morir, Dios.  Como ahora que la historia vuelve a desatarse y no hay cómo amarrarla y hundirla.  Desaparecerla.  No hay modo de borrarla.  De decir no ocurrió.  Fue una pesadilla.  El pasado es el perseguidor más implacable.  Son años y años atajándolo.  Con el sobresalto a duras penas contenido.  Un día puede llegar alguien conocido y contarlo todo.  Viene tanta gente de allá.  Y Amanda enterarse y preguntar.  Años y años escondida gracias a la confusión que se armó en el puerto del Mariel.  Gracias a la tolerancia de este país con todo el que llegue y afirme que no podía seguir viviendo sin libertad y democracia.  Con todo el que llegue de allá, claro está.  Lo cambié todo y casi lo olvidé todo. Menos a Susana y a Roberto. Por motivos muy diferentes. Pero ¿puedo explicarle a Amanda lo que yo misma no sé explicarme? ¿Puede entenderlo una adolescente?  Mejor decirle que no me sentía bien allá.  Como profesora de literatura no podía enseñarle a mis alumnos las obras de los escritores que habían abandonado el país.  Existe una obra importante fuera de Cuba.  Los que diseñan la política nunca entendieron que el arte vive de problematizar la realidad y a la vez es una interpretación particular,  la del individuo que escribe, pinta o hace música.  Sí, no me gustaba aquello.  No podía realizarme como deseaba.  Adoraba dar clases.  Palpar en las expresiones de mis alumnos el asombro ante el descubrimiento de una obra, un autor.  Sentir cómo les entraba el hambre por buscar y leer.  Tuve problemas con la jefa de cátedra.  Tan envidiosa.  ¿Por qué las mujeres tendremos ese sentido ridículo de competencia y subestimación entre nosotras mismas?  Es lo que nos enseñó la civilización del culto al falo.   Tuve problemas.  Me sentí molesta.  Limitada.  Era absurdo prohibir.  Es mejor enseñar a analizar.  Prohibir a ultranza es provocar la búsqueda de lo prohibido.  Y los jóvenes necesitan desafiarlo todo, cuestionarlo todo, como estás haciendo ahora conmigo, Amanda.  Sí, fue eso, no me gustaba la perspectiva.

Pues yo te recuerdo muy contenta, mamá.  Y diciendo que había que luchar, que ninguna sociedad es perfecta.  Y cuando yo me quejaba de la maestra porque decía haiga, tú me explicabas que eran necesarios muchos, pero muchos maestros para dar clase a millones de niños y no había tiempo de prepararlos a todos bien.  Tú tenías explicaciones para todo, cómo es que no puedes explicarme ahora por qué llegué de la escuela un día y salimos corriendo para Mariel, y le gritaste a Ramón y nos fuimos.

La confusión reinaba en el puerto del Mariel.  Y yo miré a aquel hombre en el yate y le grité desde las entrañas:  aquí estoy, soy yo, Carmen Galindo y tu hija.  El hombre desconocido me secundó.  Amanda miraba con ojos aterrorizados, sin poder entender nada, mientras yo la apretaba contra mí como si temiera que la iban a quitar.  Era lo único que quería preservar.  Mi único equipaje.  Fue un golpe de suerte, sí.  Sí, sí, la suerte existe.  Es un hada intempestiva y escurridiza, pero aparece y te salva cuando menos puedes imaginarlo.  Ramón me acogió en su embarcación.  Dijo que sintió tal desesperación en mi grito que no pudo negarse.  No todos son hijosdeputa en Miami como piensan algunos.  Hay mucha gente buena aquí, como allá.  Rehenes de la obstinación y del oportunismo de los que hacen negocio con el drama.  Ramón ya estaba establecido.  Vino desde niño.  No es rico, pero aprendió a buscarse la vida.  No tiene odios.  Goza cuando el equipo de pelota cubano le gana al de Estados Unidos y no se oculta para decir que el Tipo es un cojonú.  Tiene gran curiosidad.  Quiere ir a Cuba y Amanda quiere que vayamos todos.  Pasaron diez años.  Pero yo no puedo volver.  Y si me encuentro con Susana o con Roberto.  O con cualquier otro de los conocidos.  Si Ramón y Amanda supieran la verdad me despreciarían.  De eso huí.  Del desprecio.  El desprecio en los ojos de Roberto.  El desprecio en los ojos de los vecinos.  El asco, Dios.  Ver en los ojos de los otros que te miran como a una cucaracha.  No lo aguanté.  Roberto no tuvo piedad.  Por más que le supliqué, que me arrastré a sus pies llorando:  cállate, por favor, cállate, yo te explico.  El escándalo.  Gritaba los adjetivos más soeces.  Puerca, asquerosa, pastelera de mierda. ¿ Cómo me has hecho esto?.  No me callo.  Lo gritaré a todo el mundo.  Ahora mismo iré a la Universidad.  Tú no tienes moral para enseñar a nadie, ni para criar a nuestra hija.  Y salió diciéndolo a todo el mundo.  A cada vecino que se encontraba.  Loco.  Completamente loco.  Susana no sabía qué hacer.  Yo pensaba en Amanda y rogaba una oración con su nombre.  Que Amanda no lo sepa, que Amanda no lo sepa.  Y la suerte vino en mi ayuda.  Amanda que llega porque la maestra estaba enferma y no había clases.  La tomé de la mano y salí para Mariel.