Criatura inagotable, eterna y
contemporánea, tanto tiempo después de su nacimiento, el 28 de enero de 1853 y
de su muerte en campaña, el 19 de mayo de 1895, José Martì tiene mucho que
enseñar a los latinoamericanos de hoy empeñados
en unirse como “la plata en las raíces de los andes” cuando un tipo de
socialismo autoritario implotò y el capitalismo muestra síntomas de profundo
agotamiento.
Volver sobre sus páginas siempre asombra
porque no hay asunto de la naturaleza, la sociedad, lo terreno y lo divino que
no haya motivado su interés, pero no hay pasión que supere su amor por Cuba, no
sòlo liberarla de la opresión colonial, sino dentro de esa lucha crear las
bases para el nacimiento de una república que no repitiera los errores de sus
vecinas, del norte y del sur en el Siglo XIX.
Martì, que supo prever los peligros
que entrañaba para la región el afán imperial de Estados Unidos, también señaló
certero los defectos de las que llamó
dolorosas repúblicas latinoamericanas donde la independencia de España no evitó
los males de la colonia, porque ” quedò
la libertad entre los poderosos que no la amaban, o la entendían sòlo para su
casta superior; porque la masa pública no conocía la libertad, ni la sabían
defender, ni entendía los medios de propagarla y mantenerla porque la mayoría
nacional, que es la que asegura la libertad, entendió sòlo de ella el espíritu
de independencia contra el extranjero”
El hombre que proclama yo quiero
que la primera ley de la
República sea el culto
de los cubanos a la dignidad plena del hombre, està pronunciándose por otro
tipo de organización social. Diferente a la que ha conocido en las
repúblicas del continente. Quien lo lea
con hondura descubrirá que quiere una distribución diferente de las riquezas.
Sabe que la opulencia de unos produce desequilibrio y como el Jesús de Nazaret
piensa y se lo escribe a su amigo Eligio Carbonell el 10 de enero de 1892:”
Este mundo tiene increíbles vilezas, ocasionadas casi todas por el interés. No
hay màs modo de salvarse, Eligio, que moderar las necesidades. La sobriedad es
la virtud. El que necesita poco es fácilmente honrado”. Y define: “Es
preferible el bien de muchos a la opulencia de pocos. El progreso no es verdad
sino cuando penetra en las masas y es parte de ellas.”
Es un pacifista que organiza una
guerra contra el colonialismo porque no le han dejado otra alternativa para
procurar con la libertad una República donde el trabajo honrado y la concordia
de los elementos diversos produzcan el bienestar de todos.
Todos es su palabra sagrada, y
cuando alguien, por mucho que lo respete y admire no entiende esa máxima pelea
duro por convencerlo y no se rinde. Antepone por eso a los efectos nefastos del
caudillismo durante la Guerra
de los diez año-1868-1878- en Cuba y en la de independencia las repúblicas
americanas, el principio ecuménico y democrático de con todos y para el bien de
todos.
Tiene que bregar duro con muchas
incomprensiones de los heroicos guerreros por la independencia, que respeta y
quiere con verdadera devoción, pero no alcanzan a entender la inteligencia y el
desprendimiento de este hombre màs joven que tiene un concepto renovado de la
patria republicana que quiere fundar y de los peligros que le acechan fruto de
su pensamiento agudo que avizora y anticipa lo que será el imperialismo para el
continente del Bravo a la
Patogonia, y sabe que la tarea de gigante que exigen los
tiempos no la pueden sostener personas o grupos de personas, sino la nación
entera para que sea obra perdurable. Los viejos y los nuevos. Los veteranos
guerreros y los bisoños.
Por eso le dice a Rodríguez Otero
en 1886: Ni hay hombres màs dignos de respeto que los que no se avergüenzan de
haber defendido la patria con honor: ni sujetos màs despreciables que los que
se valen de las convulsiones públicas para servir, como coqueta, su fama
personal o adelantar, como jugadores, su interés privado.
En una carta a Máximo Gómez fechada
en Nueva York, 20 de octubre de 1884, le explica sus preocupaciones ante el
celo de los viejos guerreros de monopolizar la guerra que él està organizando:
Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento; y cuando en los
trajines preparativos de una revolución, màs delicada y compleja que otra
alguna, no se muestra el deseo sincero de conocer y conciliar todas las
labores, voluntades y elementos que ha de hacer posible la lucha armada, mera
forma del espíritu de independencia, sino la intención, bruscamente expresada a
cada paso, o mal disimulada de hacer servir todos los recursos de la fe y de
guerra que levante el espíritu a los propósitos cautelosos y personales de los
jefes justamente afamados que se presentan a capitanear la guerra. ¿què
garantías puede haber de que las libertades públicas, único objeto digno de
lanzar un país a la lucha, sean mejor respetadas mañana?
En esa misma carta le reclama al
general respeto por el trabajo “con mucho dolor” de organizar una nueva hornada
de luchadores y le expresa: Domine Ud., General, esta pena, como dominé yo el
sábado el asombro y disgusto con que oí un importuno arranque de Ud. y una
curiosa conversación que provocó a propósito de él el General Maceo, en la que
quiso-¡locura mayor¡ darme a entender que debíamos considerar la guerra de Cuba
como una propiedad exclusiva de usted, en la que nadie puede poner pensamiento
ni obra sin cometer profanación, y la cual ha de dejarse, si se la quiere
ayudar, servil y ciegamente en sus manos. ¡No: no, por Dios- ¿pretender sofocar
el pensamiento, aún antes de verse, como se verán Uds. , mañana, al frente de un
pueblo entusiasmado y agradecido, con todos los arreos de la victoria? La
patria no es de nadie: y si es de alguien, será, y esto sòlo en espíritu, de
quien la sirva con mayor desprendimiento e inteligencia.
Ante el General Antonio Maceo
defiende sus posiciones con absoluta claridad
en carta del 8 de enero de 1894 cuando ya la guerra està próxima: “Y que
es a usted por orgullo y cariño, que ojalà entienda usted, tan grandes como
son, digo yo muy naturalmente todo lo
que pienso y quisiera decirlo todo dìa por dìa- porque sin compararme en el
valer, me siento uno con usted en la capacidad de morir en el país, y de
servirlo con sinceridad, y mejorarlo desde las raíces, y de suprimirme y
sufrirlo todo por su servicio- siento en usted un alma gemela. No me diga
lisonjero, ni que le digo esto por necesitar ahora de usted para llevar
adelante como gloria mía esto que he desenvuelto de manera que sea la obra de
todos y no puede ser sin todos.”
Después de muchos años de aunar voluntades diversas,
desde las màs humildes hasta las màs reconocidas, desde 1878, José Martì logra
proclamar el 10 de abril de 1892 el Partido Revolucionario Cubano y precisa
que se ha fundado “para poner la
república sincera en la guerra, de modo que ya en la guerra vaya, e impere por
poder incontrastable, después de la guerra” porque cree que los partidos que
duran arrancan de la conciencia pública, “ vienen a ser el molde visible del
alma de un pueblo, y su brazo y su voz.” Cuando al año siguiente se produce la
elección anual Martì celebra este suceso democrático de elegir a los
representantes, la posibilidad de que el que es delgado hoy, puede dejar de
serlo mañana y recalca: “La grandeza es esa del partido revolucionario: que
para fundar una Republica ha empezado por la República. Su fuerza
es esa: que es la obra de todos, da derecho a todos.
En ese mismo texto, Persona y
patria, de abril de 1893 Martì expresa: “Tenemos la médula de la República, criada en la
médula y el destierro; y los hábitos y el recelo saludable del gobierno republicano”
y agrega “el cubano, indómito a veces
por lujo de rebeldía, es tan áspero al despotismo como cortés con la razón. El
cubano es independiente, moderado y altivo. Es dueño y no quiere dueños. Quien
pretenda ensillarlo, será sacudido.
Como es conocedor profundo de las
fuerzas que han movido la historia y conoce el alma humana, en su artículo Los
pobres de la tierra, apunta los factores que ha de tener en cuenta la
conducción del país: Un pueblo està hecho de hombres que resisten, y hombres
que empujan: del acomodo que acapara, y de la justicia, que se rebela: de la
soberbia que sujeta y deprime, y del decoro, que no priva al soberbio de su
puesto, ni cede el suyo: de los derechos y opiniones de todos sus hijos està
hecho un pueblo y no de los derechos y opiniones de una clase sola de sus
hijos: y el gobierno de un pueblo es el arte de ir encaminando sus realidades,
bien sean rebeldías o preocupaciones, por la vía màs breve posible, a la
condición única de la paz, que es aquella que no haya un solo derecho mermado.
El 14 de marzo de 1892, cuando sale
a la luz el periódico Patria en Nuestras
ideas vuelve sobre la república que quiere fundar: “Se habrá de defender, en la
patria redimida, la política popular, en que se acomoden por el mutuo
reconocimiento, las entidades que el puntillo o el interés pudieran traer a
choque y en la proclamación del Partido Revolucionario Cubana, el 10 de abril
de 1892 reitera que la labor de este partido
que organiza la guerra para que “el país, por falta de ordenación
oportuna, no atraiga y justifique el arrebato de un caudillo impaciente, con
igual daño grave del caudillo y de la república; para componer la guerra, y
preparar la victoria, de modo que las aseguren, por el equilibrio de la
justicia de los hechos, los factores mismos que por su diversidad y recelos
pudieran perturbarla y para procurar que la fundación de la república no caiga
en manos incapaces, ni parciales.
Martì que ha conocido en
profundidad los sistema políticos de Estados Unidos y América Latina, comprende
la importancia imprescindible de la unión y funda un partido para organizar la
tarea republicana que se ha propuesto desde la guerra misma, pero aclara en
Patria el 30 de abril de 1892: “ La unidad de pensamiento, que de ningún modo
quiere decir la servidumbre de la opinión, es sin duda condición indispensable
del éxito de todo programa político, y de toda especie de empresa,
principalmente de aquellas que por la fuerza, la novedad y la oportunidad del
pensamiento se acercan màs al éxito que cuando iban sin otro rumbo que la
pasión o el deseo desordenado, que màs perturban que serán los ánimos y alejan
que acercan, en un país harto probado y harto razonador para lanzarse a
tentativas oscuras que no satisfagan su juicio.” Y define: Abrir al desorden el
pensamiento del partido revolucionario Cubano serìa tan funesto como reducir su
pensamiento a una unanimidad imposible
en un pueblo compuesto por factores diversos, y en la misma naturaleza humana.
El Socialismo del Siglo XXI tiene
en la República
soñada por Martì un referente que no debe soslayar.