lunes, 14 de mayo de 2012

Cambios


No hay que ser perspicaz analista político, ni especialista en economía para percatarse de que el mundo necesita profundos cambios de los cuales no sólo depende el bienestar futuro, sino la sobrevivencia misma de la especie humana a largo plazo.
Los intentos de socialismo, boicoteados desde sus mismos orígenes por los partidarios del capital y el libre mercado, y por la dificultad probada que sufren los terrícolas de trascender los límites estrechos  del bien propio para ampliarlo al bien común,- que también condiciona el particular aunque no se pueda apreciar a simple vista- implotò en el este europeo sin permitirse una reinvención creativa del propósito de justicia social que lo animó y parcialmente consiguió.
Pero la vuelta al capitalismo salvaje de los países ex socialistas europeos ni convirtió al mundo en un mejor lugar de infinitas posibilidades para todos como reza la propaganda de los ideólogos de la libre empresa, ni produjo el enriquecimiento generalizado que los ingenuos ciudadanos esperaban del sésamo ábrete capitalista, sino que ocasionó un mundo unipolar, de base absolutamente feudal donde un gran rey totalitario y tiránico, los Estados Unidos, hace lo que le vienen en gana y las otras presuntas potencias se convierten en sus vasallos y los países pobres en sus siervos de la gleba, dicho en términos sintéticos y sencillos.
Mucho más temprano de lo que se esperaba por los agoreros profetas del fracaso socialista surgieron movimientos en América Latina empeñados en convertir el descontento popular en victoria en las urnas a favor de la justicia social dentro de la propia democracia burguesa, y rápidamente encontraron una oposición feroz de las burguesías nacionales apoyadas por supuesto por Estados Unidos que propiciaron sucesos como el frustrado golpe de estado a Chávez en Venezuela y el efectivo golpe de estado a Celaya en Honduras, por citar sólo dos ejemplos notorios.
Desde la desaparición de la Unión Soviética y el  llamado campo socialista este europeo, China y Viet Nam, en Asia, sin abandonar la aspiración socialista acudieron a la inversión externa, a liberalizar el mercado, a flexibilizar los mecanismos económicos internos para intentar un desarrollo dentro de las crueles reglas del juego que establece  el capitalismo global, en el interés de emularlo en la acumulación de bienes y riquezas que luego podrían tener una distribución menos desigual entre sus numerosas poblaciones, en lo que se podría calificar de una especie de capitalismo controlado por el Partido Comunista.
Cuba, con menos posibilidades de recursos naturales, una isla bajo asedio de un enemigo 200 veces mayor, frecuentada por desastres naturales, se propuso salvar las conquistas del socialismo en los 90, abrió puertas a la inversión extranjera de manera controlada, apostó al turismo, al libre mercado campesino interno y otras modalidades de trabajo por cuenta propia con la mesura a que obliga tener en contra un capital cubano en el exilio dispuesto, con la ayuda de la política estadounidense contra Cuba, a zamparse el país tan pronto tengan una oportunidad, lo cual no niega, para no ser absoluta, que existan cubanos con capital en el exilio sin tan siniestras pretensiones.
Pero esos cambios obligados por las circunstancias tuvieron más en cuenta los factores exteriores que los interiores en la urgencia de obtener financiamiento rápido para la elemental sobrevivencia del país. Luego, el triunfo de Chávez,  la creación del Alba, la configuración de un panorama más beneficioso en América Latina contribuyeron a aliviar ciertas tensiones pero siguieron relegadas las fuerzas productivas del país que podían tener un mayor protagonismo en darle un vuelco a la producción de bienes para el consumo imprescindible- y la exportación incluso- a partir de tomar en cuenta en puridad de términos a los productores de los diversos recursos para el bien común..
Ahora se hacen esfuerzos, se ensayan diversas fórmulas para reactivar la economía, vuelven aproducirse aciertos y errores como ocurre en cualquier empeño, pero no se hace suficiente énfasis en la produción coooperativa, ni en buscar maneras de que la histórica concepción del poder vertical se vaya transformando en poder horizontal, lo que equivale a hacer responsables en verdad a los ciudadanos, con la participación en la toma de decisiones y en la solución de los problemas existentes desde los microuniversos productivos o de servicios a los macreo. Ese es el cambio sobre el que más se debería insistir, a sabiendas que incluye transformar la mentalidad de los que dirigen y los que debn aprender a autodirigirse. Es algo que ningún sistema de organización de los terrícolas ha conseguido, porque también es más cómodo seguir lo que dicen otros que asumir la parte que toca a cada cual y después culpar a los que decidieron por lo que no salió bien.
El mundo está obligado a cambiar o seguirán los retrocesos que se observan hoy y amenzan a la existencia de la especie, pero Cuba tiene condiciones y posibilidades de proponerse cambios que establezcan otra dinámica diferente a las prácticadas y que ya han demostrado su ineficacia en el capitalismo y en los intentos de socialismo. Y habrá que seguir profundizando en el asunto.