domingo, 9 de mayo de 2010

miércoles, 5 de mayo de 2010

Ahora




Cambiar cualquier actitud equivale a cambiar la mentalidad, cambiar la mentalidad exige una compresión de los aspectos de la anterior que fueron errados, o adecuados, en otras circunstancias, pero ahora no; y por tanto un esfuerzo de cada cual por saber su parte de rectificación. Cambiar para destruir lo bueno conseguido y no para enmendar lo que no funciona es retroceso, como ocurrió en los países donde el intento de socialismo degeneró en capitalismo salvaje porque el poder de la burocracia corrompió cualquier aire renovador, lo cual se transformó a la larga, en vendaval destructivo.
Quien siga el debate ¡qué al fin¡ el periódico Granma ha hecho público cada viernes tendrá noticias de por donde andan preocupaciones y premuras de cubanas y cubanos que de alguna manera representan tendencias existentes. Por un lado se percibe el temor de medidas que afecten ciertas garantías, por otro, hay quienes piensan que aplicando esta o aquella fórmula será el ábrete sésamo de la abundancia.
En algo coinciden todos, los que publican sus opiniones, los que hablan en cada esquina, los profanos y los especialistas: hay que cambiar para relanzar la economía, para favorece a los que han quedado rezagados después de 20 años de crisis, para reintentar un socialismo que cumpla con el requisito esencial de funcionar no sòlo en lo epopéyico, solidario, enaltecedor, sino en lo mínimo cotidiano de producir lo que se necesita para comer, para transportarse, para tener donde vivir,( lo cual, como se sabe, el capitalismo tampoco ha conseguido para todos, en todos los países, ni siquiera en los que llaman desarrollados).
Y esos cambios deben producirse en medio de una crisis internacional que según algunos especialistas puede desembocar en una tercera guerra mundial o tener sus efectos en el planeta; cuando el antaño enemigo se siente envalentonado por los problemas internos, mientras algunos segmentos de la población han perdido la perspectiva de los límites entre el bien y el mal y le han tomado el gusto a eso de vivir a costa de los otros, en tanto se ha olvidado cuanto cuesta una consulta médica, una revisión del dentista, llevar el perro al veterinario, hacerse una cirugía plástica, el folletito que daban gratis en la Feria del Libro; entre otras cosas, porque no hemos estado obligados a pensar en ello.
Ahora sentimos como un fardo pesado al estado paternalista, después de mucho que fue gozado, y no pocos pretenden cambios que los beneficien sin perder ninguna de las ventajas, incluso la de ser ineficientes antes, durante y después de la crisis de los 90 abajo, arriba y en el medio. Pero tampoco hay que auto flagelarse por ello sino “cambiar todo lo que tenga que ser cambiado” según exigen las circunstancias, que no ofrecen ventajas, pero si posibilidades.
Hace tiempo se rumora que se comienzan a instrumentar medidas realistas para intentar darle un vuelco a la economía, se hablò de supresión de gratuidades, de políticas impositivas.¿ Por què la Mesa redonda, que es el espacio televisivo con màs tiempo y recursos para ello, no ha convertido esos asuntos en temas habituales?. Para explicar las razones, para propiciar el entendimiento de por què es imprescindible tomar esta o aquella medida aunque no nos guste para poder satisfacer después los reclamos de la ciudadanía, para lograr que esos cambios no sean impuestos desde arriba sino consensuados con las gentes que tienen que contribuir a que se produzcan.
A cada rata aparece un artículo o un discurso regañando porque las gentes actúan como pichones con la boca abierta, porque no cumplen con los impuestos, porque piensan màs en sus derechos que en sus deberes, porque existen montones de deformaciones, sin dudas, pero lo primero es reconocer que con la mejor buena voluntad del mundo fueron condicionadas por el modo de gobernar la sociedad en circunstancias màs propicias. Entonces ni los regaños, ni las exhortaciones son recursos para este momento sino la información y el análisis que educa para poder romper el círculo vicioso de que no se trabaja màs y mejor porque el salario no lo amerita y el salario no puede mejorar mientras no se trabaje màs y mejor.
La mala educación
Cada año se ofrecen unas cifras globales de presupuestos por sectores, pero ningún ciudadano vuelve a saber de nada de eso, no sòlo a escala nacional, tampoco de su municipio, de su empresa, de su escuela, de su centro laboral, y si tiene noticias son formales mediante por cientos y eso forma parte de la mala educación económica y de la falta de participación en cómo se están empleando los presupuestos; y cuando se incumplen los pagos por mayor rendimiento, por ejemplo, no se sabe si faltò dinero por los gastos del arreglo del carro del jefe, o las remodelación de su oficina o porque se produjo una rotura imprevista. Es decir no existe ningún control público real, de los beneficiarios del presupuesto sobre su uso.
Tampoco se informa periódicamente cuanto cuesta por consejo popular, municipio, provincia, la campaña contra el mosquito trasmisor del dengue en salarios, fumigación, equipos o cual es el costo de las medidas contra la gripe en personal, atención hospitalaria, medicamentos. Si después de cada consulta médica, análisis, sesiones de rehabilitación cada paciente tuviera un recibo del precio de ese servicio podría tener una idea de cuanto gasta del presupuesto estatal, también si cada recibo de matrícula expresara el costo del curso o cada transportado supiera cuanto significa en petróleo o gasolina el recorrido que hace para ir a su trabajo. Y los recibos, claro està, también debían pasarse a los que usan los medios y recursos estatales, a los que, mientras el transporte público se reduce, nunca les falta gasolina, porque en esto como en tantos òrdenes de la vida hay que acudir a los buenos oficios del ejemplo. Aun estando en una situación crítica no existe la insistencia necesaria en los costos.
Fomentar una cultura económica es base sin dudas de los cambios que en ese terreno deben producirse porque aunque parezca una perogrullada si no hay entendimiento, los propósitos se quedan en consignas, campañas, slogan. Pero no se trata sòlo de una andanada de propaganda y publicidad televisiva y radial, sino, también y además, de análisis en los centros laborales, las escuelas, las granjas. Discrepo de ir aplicando medidas por aquí y por allá negando el derecho que tenemos todos a saber.
Los asuntos relacionados con la propiedad es otro tema a tener en cuenta. No se puede confundir el amor a la tierra, por ejemplo, el sentido de pertenencia, con los demonios de la propiedad privada. Porque una cosa es la propiedad adquirida sobre la base de la explotación y otra muy diferente sobre el principio del trabajo y el sacrificio personal, aunque yo prefiera la colectiva real, la cooperativa como ejercicio saludable de aquel viejo precepto incumplido en el mundo de compartir los panes y los peces.
En este asunto el de la propiedad tienen que existir alternativas, que es una de las carencias que màs daño ha ocasionado. Alternativas según la diversidad de requerimientos para producir o prestar servicio. La empresa estatal puede ser valida para un tipo de cultivo o fábrica, la cooperativa para otros, la conjunción de factores cooperativos y estatales en otros, lo estrictamente individual en algunos casos, individuales con cooperación estatal en otros. Encargos estatales a particulares. Las variantes pueden ser múltiples en función de desatar las fuerzas productivas, de contribuir al progreso, al bienestar particular y al general.
Tampoco tenemos cultura e información sobre las cuestiones impositivas. Parecia que no hacia falta cuando el estado quiso y pudo asumir todos los costos. Fue hermoso cuando se repartieron las tierras, se rebajaron los alquileres, bajaron las tarifas eléctricas, se suprimieron los impuestos, hasta el de pasar por el Túnel, casi todo era gratis y los millones sin nada de pronto lo teníamos todo al alcance, hasta los míticos Varadero y Tropicana. Pero una cosa es formar parte de un sistema económico como el que existía en la campo socialista y otra muy distinta lidiar con el intercambio desigual a escala internacional.
Es imprescindible resolver los problemas económicos, pero evidentemente la solución no està en mantener los métodos que ya probaron su inoperancia. Muchas buenas propuestas se ven afectada por esos vicios. A la entrega de tierras parece habérselo puesto excesivas limitantes para estimular el retorno a un trabajo tan arduo, quizás el temor al enriquecimiento ha influido en ello olvidando que el afán en ese terreno ha conducido a que los mayores enriquecidos sean los corruptos y delincuentes y no los que trabajan realmente y que, por otra parte, existe el recurso legítimo del impuesto por tenencia y por ganancia que debe regular con justeza esos aspectos, con justeza no para desanimar a los interesados.
Con las licencias para el transporte por cuenta propia tampoco hay muchas alternativas. Debería haber posibilidades e impuestos diferenciados para las licencias a tiempo completo, licencias nocturnas, licencias para fines de semana, de manera que todo el que tenga un vehículo pueda legalmente buscar otra entrada, sin renunciar a su labor habitual, según sus posibilidades de tiempo y en función de aligerar el transporte.
Tampoco se ha hecho suficiente énfasis en recurrir a las formas cooperativas que deberían ser por naturaleza las privilegiadas en un sistema que parte de la socialización de los medios de producción y de lo que se produce. Entre los cambios estructurales que requiere el país està justamente reorganizar la producción de manera que los que producen se sientan dueños reales de ella, responsables de la productividad y la eficacia, pero también beneficiarios directos y no simples asalariados.
Realidad y posibilidad
Y la traducción a la realidad de ese concepto implica que para que el conductor de ómnibus lo sienta suyo, cuide su instrumento de trabajo y la recaudación, tiene que recibir un por ciento, tiene que sentir que esa actitud suya repercute en su salario, en el mejoramiento de su vida y la de su familia, además de ser reconocido moralmente por sus resultados. Y no hay que avergonzarse de querer ganar dinero trabajando, porque el dinero desgraciadamente sigue decidiendo un aspecto importante de la existencia, otra asunto es pretender obtenerlo sin trabajar, o contraer la enfermedad de dineritis aguda como garantía falsa de bienestar o felicidad.
Se ha hablado de la supresión de las gratuidades y eso me parece un paso importante para el saneamiento de la economía, pero para que tenga efectividad práctica y moral tiene que funcionar a todas las escalas de la sociedad, desde arriba hasta abajo, como reclaman los ciudadanos. Y no se trata de incurrir en el viejo error del igualitarismo, sino de establecer de manera transparente que toca a cada cual. No tiene ningún significado real que un funcionario gane un salario modesto si las gratificaciones para compensar el sacrificio de su desempeño lo supera con creces. Pero tampoco es bueno para la economía y los buenos oficios de la alabanza que un trabajador vanguardia viva en condiciones precarias, que sus hijos no perciban la utilidad de la virtud de su padre o madre, porque de lo que se trata es dejar bien claro que sòlo el trabajo, los resultados del trabajo pueden producir un mayor bienestar material y esa es una medida ética importantísima.
Entonces eliminar las gratuidades será una medida importante no sòlo para ahora, sino para el futuro, si està vinculada al concepto de que nadie, a ningún nivel, tiene derecho a gastar, ni a vivir por encima de los resultados de su responsabilidad y trabajo, porque ambos, responsabilidad y trabajo tendrán su equivalente en la remuneración que se recibe.


Es un imperativo de la renovación socialista que el estado deje de ser el gran centralizador, juez, parte, programador y ejecutor para ser el regulador, el gran mediador en las contradicciones que siempre van a existir, el defensor de la equidad y la justicia, el que vela por los interese nacionales, la defensa, el orden interior, la educación, la justicia, la salud, como representante del pueblo, elegido por el pueblo para esa función, sobre la base de empoderar a màs, que equivale a responsabilizar a màs, para gobernar mejor.
Si queremos una sociedad que evolucione hacia las mejores y humanas propuestas socialistas, tenemos que pensarla y diseñarla entre todos, para eso es imprescindible asumir que participar no es únicamente responder a convocatorias, sino tener el derecho de intervenir en las transformaciones de la realidad sin creer que los que dirigen, por experiencia o buena voluntad, son los únicos poseedores de lo que conviene a la colectividad. No es que los obreros aprueben el plan de producción que ya està previsto, sino que ellos contribuyan a elaborarlo porque la información no será un privilegio de los directivos sino un conocimiento compartido.
Entender que cada cual es poseedor de saberes que pueden ser útiles a la colectividad, que los conocimientos no son un privilegio de los ilustrados, saber escuchar, comprender que las divergencias son parte de la diversidad, fomentar una cultura del diálogo, discernir que el hecho de que alguien no comparte un criterio, una medida, un proceder no significa que esté en contra del proyecto social que nos preocupa y ocupa, tienen que convertirse en recursos para el mejor funcionamiento de la sociedad. Con ese espíritu se hizo la Revolución pero el crecimiento de la burocracia, el funcionamiento no siempre eficaz de las instituciones, las presiones externas como la agresión constante de Estados Unidos, lo fue menguando y es imperativo retomarlo, reeducarnos con esas miras.
Cuando nos eduquemos sobre esas bases no será un sobresalto que un joven estudiante haga preguntas que demuestren inconformidades, ni que un artista haga declaraciones cuestionando la dinámica gubernamental, ni se acudirá a métodos violatorios de la propia Constitución de la República Socialista que tiene que convertirse en la Biblia de todos, ni tendremos que prescindir de músicos valiosísimos porque sus canciones y sus opiniones alarman a alguien que no se alarma por la cantidad de música superficial y vana, sin valores artísticos, que se difunde por los medios estatales, no tendremos màs quinquenios ni decenios grises, ni tantas torpezas de burócratas perseguidores de cualquier nacimiento, como diría el filósofo Silvio Rodríguez.
El socialismo cubano tiene que llevar a la práctica esa pedagogía. Después de cincuenta años de experiencias, de desaciertos, pero también de aciertos que lo han mantenido como ejemplo de resistencia y han servido para inspirar a millones de desposeídos del planeta es el que està en mejores condiciones de producir las transformaciones socialistas de mayor profundidad que en otros países latinoamericanos enfrascado en el mismo empeño encuentran oposiciones de gran fuerza.
En Cuba la decisoria mayoría apuesta por el socialismo, que ha creado además el capital humano para su mejoramiento. No se puede olvidar que en todas las generaciones surgen líderes, héroes, pensadores, sabios, iluminados, pero hay que darles las oportunidad de hacerse visibles y esa posibilidad la ofrecerá una concepción renovadora de gobierno socialista, que sé que existe aunque no se manifieste abiertamente como necesitamos. A pesar de la complejidad de la situación que no se puede desconocer, las condiciones exigen levantar ancla de los esquemas inoperantes y retardadores y navegar con las velas de la inteligencia colectiva desplegadas,