miércoles, 18 de abril de 2012

Amanda espera respuesta


 (Fragmento)
Mamá, y tú, ¿por qué te fuiste?


Sabía que esa pregunta llegaría un día sin avisar.  De pronto.  Como un rayo que estalla en medio de una tarde despejada.  Me he preparado durante muchos años para la respuesta.  Hay tantas cosas que no sé.  Tantos amores que murieron por causas desconocidas.  Tantos amigos que se diluyeron en los avatares del tiempo.  Tantos sueños suicidados sin motivo aparente.

Como literatura evasiva está bien, mamá, pero yo necesito saber por qué estoy aquí, por qué salimos en aquel barquito con Ramón, a quien yo nunca había visto, por qué no nos despedimos de papá, por qué tu nombre es otro aquí, y el mío también.  Y, sobre todo, por qué no quieres ir ni de visita, cuando han pasado diez años.

Me quería morir, Dios.  Como ahora que la historia vuelve a desatarse y no hay cómo amarrarla y hundirla.  Desaparecerla.  No hay modo de borrarla.  De decir no ocurrió.  Fue una pesadilla.  El pasado es el perseguidor más implacable.  Son años y años atajándolo.  Con el sobresalto a duras penas contenido.  Un día puede llegar alguien conocido y contarlo todo.  Viene tanta gente de allá.  Y Amanda enterarse y preguntar.  Años y años escondida gracias a la confusión que se armó en el puerto del Mariel.  Gracias a la tolerancia de este país con todo el que llegue y afirme que no podía seguir viviendo sin libertad y democracia.  Con todo el que llegue de allá, claro está.  Lo cambié todo y casi lo olvidé todo. Menos a Susana y a Roberto. Por motivos muy diferentes. Pero ¿puedo explicarle a Amanda lo que yo misma no sé explicarme? ¿Puede entenderlo una adolescente?  Mejor decirle que no me sentía bien allá.  Como profesora de literatura no podía enseñarle a mis alumnos las obras de los escritores que habían abandonado el país.  Existe una obra importante fuera de Cuba.  Los que diseñan la política nunca entendieron que el arte vive de problematizar la realidad y a la vez es una interpretación particular,  la del individuo que escribe, pinta o hace música.  Sí, no me gustaba aquello.  No podía realizarme como deseaba.  Adoraba dar clases.  Palpar en las expresiones de mis alumnos el asombro ante el descubrimiento de una obra, un autor.  Sentir cómo les entraba el hambre por buscar y leer.  Tuve problemas con la jefa de cátedra.  Tan envidiosa.  ¿Por qué las mujeres tendremos ese sentido ridículo de competencia y subestimación entre nosotras mismas?  Es lo que nos enseñó la civilización del culto al falo.   Tuve problemas.  Me sentí molesta.  Limitada.  Era absurdo prohibir.  Es mejor enseñar a analizar.  Prohibir a ultranza es provocar la búsqueda de lo prohibido.  Y los jóvenes necesitan desafiarlo todo, cuestionarlo todo, como estás haciendo ahora conmigo, Amanda.  Sí, fue eso, no me gustaba la perspectiva.

Pues yo te recuerdo muy contenta, mamá.  Y diciendo que había que luchar, que ninguna sociedad es perfecta.  Y cuando yo me quejaba de la maestra porque decía haiga, tú me explicabas que eran necesarios muchos, pero muchos maestros para dar clase a millones de niños y no había tiempo de prepararlos a todos bien.  Tú tenías explicaciones para todo, cómo es que no puedes explicarme ahora por qué llegué de la escuela un día y salimos corriendo para Mariel, y le gritaste a Ramón y nos fuimos.

La confusión reinaba en el puerto del Mariel.  Y yo miré a aquel hombre en el yate y le grité desde las entrañas:  aquí estoy, soy yo, Carmen Galindo y tu hija.  El hombre desconocido me secundó.  Amanda miraba con ojos aterrorizados, sin poder entender nada, mientras yo la apretaba contra mí como si temiera que la iban a quitar.  Era lo único que quería preservar.  Mi único equipaje.  Fue un golpe de suerte, sí.  Sí, sí, la suerte existe.  Es un hada intempestiva y escurridiza, pero aparece y te salva cuando menos puedes imaginarlo.  Ramón me acogió en su embarcación.  Dijo que sintió tal desesperación en mi grito que no pudo negarse.  No todos son hijosdeputa en Miami como piensan algunos.  Hay mucha gente buena aquí, como allá.  Rehenes de la obstinación y del oportunismo de los que hacen negocio con el drama.  Ramón ya estaba establecido.  Vino desde niño.  No es rico, pero aprendió a buscarse la vida.  No tiene odios.  Goza cuando el equipo de pelota cubano le gana al de Estados Unidos y no se oculta para decir que el Tipo es un cojonú.  Tiene gran curiosidad.  Quiere ir a Cuba y Amanda quiere que vayamos todos.  Pasaron diez años.  Pero yo no puedo volver.  Y si me encuentro con Susana o con Roberto.  O con cualquier otro de los conocidos.  Si Ramón y Amanda supieran la verdad me despreciarían.  De eso huí.  Del desprecio.  El desprecio en los ojos de Roberto.  El desprecio en los ojos de los vecinos.  El asco, Dios.  Ver en los ojos de los otros que te miran como a una cucaracha.  No lo aguanté.  Roberto no tuvo piedad.  Por más que le supliqué, que me arrastré a sus pies llorando:  cállate, por favor, cállate, yo te explico.  El escándalo.  Gritaba los adjetivos más soeces.  Puerca, asquerosa, pastelera de mierda. ¿ Cómo me has hecho esto?.  No me callo.  Lo gritaré a todo el mundo.  Ahora mismo iré a la Universidad.  Tú no tienes moral para enseñar a nadie, ni para criar a nuestra hija.  Y salió diciéndolo a todo el mundo.  A cada vecino que se encontraba.  Loco.  Completamente loco.  Susana no sabía qué hacer.  Yo pensaba en Amanda y rogaba una oración con su nombre.  Que Amanda no lo sepa, que Amanda no lo sepa.  Y la suerte vino en mi ayuda.  Amanda que llega porque la maestra estaba enferma y no había clases.  La tomé de la mano y salí para Mariel.

          

1 comentario:

Elsie Carbó dijo...

Hoy te vi encabezando mi lista de blog y te leí bien, cómo anda el monte? Si ya arreglaste lo de las entradas en tu blog te debe llegar este, me pasas aviso para saber, luego no digas que no miras nada.
chaoooooooooooo
los perritines están cada día más gorditos.