viernes, 2 de marzo de 2012

Paisaje


Mientras el mundo se despedaza irracional
escribo cartas de amor a un desconocido
tejo paciente los argumentos, los viejos argumentos
para tejer a prisa cualquier historia nueva
me duele el mundo más que un cólico nefrítico
más que el dolor más dolorosamente irresistible
y no me averguenzo de ser una escritora política
ni tengo miedo a la palabra comunismo y sé
sé que en vez de una aspirina, como lo dijo Roque
es un grandísimo dolor de cabeza, un dolor de crecer
un dolor diferente al que produce este mundo sin rojos
que se despedaza irracional, como si la imbecilidad fuera
un desperfecto congénito de la especie, una tara maldita
no se trata del rojo de Moscú o del vaticano
del púrpura de cualquier imperio muerto de decadencia
digo la roja militancia en la vida, la de John Donne
la que obliga a preguntar inquieto por quién
por quién doblan las campanas, por quién
que parte de nosotros se despide en las masacres
en las limpiezas étnicas, en la expulsión de pobres de los templos
que parte de nosotros hemos perdido cuando los niños juegan a
                                                                                         matar
me duele el mundo, como el olor más doloroso, pero me animo
mientras escribo cartas de amor a un desconocido
por el placer de escapar de la barbarie, para testificar contra
el holocausto cotidiano de la noble existencia, porque me urge
siento la apremiante urgencia, la roja responsabilidad
de salvarme, de salvarnos, de no dejar morir de indiferencia
la  promesa que somos ante la inmensidad del universo.


















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