lunes, 11 de enero de 2010

Celia, la inolvidable




Campesina bien cantada
Desde una historia tremenda
Flor en sublime leyenda
De futuro y madrugada
Abeja maravillada
Cuando brindas tu mantel
De abanico, patria y miel
Para la sed del camino...
Luna especial del Turquino
A la altura de Fidel
¿En que llama tu crisol
forjó una rosa mas fuerte
si llega y cruza la muerte
Y tu sigues bajo el sol?
¿Que filtros de tornasol
en tus virtudes consigo
cuando huérfano me digo
callado y meditabundo:
que otra cosa tiene el mundo
para compara contigo.

Raúl Ferrer

Primera Parte:
EL VENDAVAL DE LA MEMORIA.
A galope vienen los recuerdos, como aquellas carreras por la finca San Miguel del Chino, o los aguaceros interminables que hacían crecer el Río Virana en Media Luna, o las tempestades en el mar Caribe avistadas desde el litoral, aquel primer encuentro con Fidel o como latía su corazón acelerado por las furias o las penas. Todo lo ve pasar ella en cada gotita del suero que corre lentamente para entrar a sus venas cuando sabe que el tiempo se le esta achicando y pronto estará a las puertas del misterio insondable que su padre intentó explicar aquel día en Manzanillo.
Ha llegado de Santiago de Cuba agotada después del esfuerzo supremo por mantenerse en pie y sonreír a los viejos compañeros que ha condecorado este 30 de noviembre de 1979. Antes, en octubre, ha acompañado a Fidel a la Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York. Al verla nadie puede imaginar que la amante e indispensable Celia de Fidel Castro està viviendo sus últimos días. Ya no puede ni disfrutar el placer de una taza de café y un cigarro, los presuntos culpables de su deterioro, aunque sonríe cuando se le aparece la niña que fue, organizándolo una huelga a la maestra Cucha Cossio en Media Luna. Y aquella vez que pintaron de verde al caballo del jefe de la policía.

En realidad su añoranza anda por Media Luna donde en el mismo año del nacimiento de su padre en Manzanillo, en l886, los hermanos Tomas, Ricardo, Arturo y Alfredo Beattie Brooks han fundado el Central Isabel a donde irá su progenitor a trabajar como mèdico en l913, luego de casarse con Acacia Manduley Alsina, a quien conoció en el parque de Manzanillo en una de sus vacaciones de estudiante.

A Media Luna la han nombrado así porque el Río Vicana que atravesaba entonces ese barrio rural del tèrmino municipal de Manzanillo, le da esa forma. La casa que el Dr. Sánchez le compra a Modesta Llopis, fue construida en l908 y resultara pequeña para la familia que se agrandaba año tras año con un nuevo nacimiento y será ampliada para acomodar a la prole, la consulta medica y el gabinete dental. Son ocho hermanos Silvia, Graciela, Manuel Enríquez, Celia, Flabia, Griselda, Orlando y Acacia. Una familia para apoyarse.

Pero piensa en Fidel, ella siempre piensa en él, aunque ande por sus días de infancia de Media Luna en este recuento definitivo. Él viene a su memoria con sus grandes dotes de seductor, su remota timidez que al violentarse puede derivar en arranques de ira incontrolada, o susceptibilidad casi infantil cuando los otros no actúan con la lealtad que espera. Celia cree que el se impone ser de un modo para llegar a conseguir lo que quiere, que ha trabajado duro sobre su naturaleza para poder realizar la tremenda empresa en que se ha empeñado. Y lo justifica aunque en ocasiones se sienta incómoda, porque él, tan adusto, tan centrado en sus afanes, no comparta sus bromas, esa necesidad de jugar que ella tiene, ese desenfado que algunos consideran inmadurez y que no es mas que expresión de su espíritu silvestre, de su necesidad de gozar la existencia desde los detalles mas ínfimos, un vestido bonito, la plenitud de un naranjo en plena floración, una fiesta, una broma.

Desde los días fundacionales de la ortodoxia ella tiene noticias de su quehacer al lado de Eduardo Chibàs. Varias veces lo busca sin encontrarlo. Pero se le volvió admirable, como persona que hace lo que dice, por el coraje de atacar el Cuartel Moncada y la expedición del Granma. Luego, se produjo una comunicación inmediata entre ellos desde el primer encuentro en la Sierra Maestra. El tan desconfiado y receloso después de las decepciones primeras en su vida personal, los contratiempos en sus ideales patrióticos y cívicos descubre en la mirada franca y admirativa de ella que puede confiar en esa mujer madura a pesar de la aparente fragilidad física de sus 36 años. En la cercanía ella se percata de muchos elementos de la personalidad de Fidel cercanos a los de un niño voluntarioso que se contraría profundamente cuando los hechos no son inclinados según sus aspiraciones pero que se impone un optimismo que transforma en energía para hacer de lo imposible una certidumbre. Es seis años mayor que él y quizás por eso, a pesar de la fascinación que ejerce sobre ella desde el primer momento, se permite mirarlo desde la altura de su experiencia. En sus sentimientos hacia él hay desvelo y responsabilidad maternal, el sentido de posesión y el celo con que se cuida lo que es muy preciado.

Ella lo ve crecer de líder juvenil, con apenas 30 años cuando el desembarco del Granma, a Comandante en jefe de las fuerzas revolucionarias después de no pocos desacuerdos, y luego a estadista con 33 años. Ella conoce de cerca sus iras y sus decepciones, sus esfuerzos en distintos momentos por conciliar disímiles contradicciones, sus dolores humanos, desde los físicos a los espirituales, será posiblemente quien sepa mas de como funciona el alma de este muchacho que guarda celosamente sus sentimientos más íntimos para que ellos no interfieran la tarea que se ha propuesto y que tiene el ímpetu divino de los predestinados a cambiar los caminos de la historia. Ese proceso lo intuyó desde el momento en que lo encontró entre los bosques umbríos de la Sierra Maestra y se lo sintetizo a su hermana Chela al regreso a Manzanillo diciéndole: ese sí es el hombre para liberar a Cuba y lo expresaba como quien ha hecho al fin el gran hallazgo de la persona que estaba esperando para darle verdadero sentido a su vida.

Melba le ha contado de la obsesión de Fidel por la lucha, de cuando incluso salían a pasear en México, a un cabaret con muchachas y el solo hablaba de Revolución, a pesar de las recriminaciones de Raúl que trataba de entretenerlo, de producirle alguna disipación para que no se angustiara tanto. Una vez lograron convencerlo de que fuera a un cabaret con Melba y Chucho Montanè y dos muchachas mexicanas. Raúl le dijo: Mira, viejo, vamos a distraernos un rato, vamos con dos muchachas, no te pongas a hablar de política, de Revolución, ni de nada, ellas no van a entender de eso. Bueno, pues tan pronto llegaron al salón de fiesta, Fidel empieza a explicarle a su acompañante sobre sus ideas y Raúl dándole con el pie por debajo de la mesa y él seguía en lo suyo. Vamos a bailar, dice Raúl y él sigue con sus explicaciones y así toda la noche.

Al regreso Raúl lo increpó por su conducta y él se enfureció y dijo que estaban en México para hacer la Revolución y no para ir a cabaret, ni paseos ni para divertirse y nunca mas hubo un momento de expansión. A ella no le ha sido fácil seguirlo y complacerlo, aunque desde que le vio sintió que estaba frente a un ser extraordinario y ¡tan hermoso¡. Quizás, como criatura acostumbrada a la grandeza del agreste paisaje, como alpinista vocacional e intuitiva sabia cuan laboriosos esfuerzos requiere la ascensión a las cumbres. Ella ha puesto en practica con él la didáctica del cariño que aprendió en su casa, con su padre, su abuela, sus tías y tíos y sus hermanos desde los años inaugurales en Media Luna.
Sabe que en una familia, por unida que sea, cada miembro tiene sus propias características y muchas veces estas entran en contradicción. ¿ Acaso entre sus propios hermanos no hay diferencias notables? Sobre hombres excepcionales tiene la experiencia con su padre. Un ser afable, pero no alegre como su madre o ella. Muy metido en sus reflexiones, en su aprendizaje constante hasta el punto de ser distraído, como suelen ser los sabios y con una profunda tristeza que soslaya en sus búsquedas constantes por descifrar los misterios de la existencia. Cuando conoce a Fidel sabe que las personas que se salen de lo común viven en otra dimensión y que su grandeza, para bien o para mal, rige todos los actos, los aciertos y los desaciertos. Y ella disfrutará de servir a esos dos hombres, su padre y Fidel, con la certeza de su privilegio al lado de ellos en momentos y circunstancias diferentes pero que van estableciendo una continuidad que de alguna manera resume la historia del país en el Siglo XX.
Han nacido y se han criado en la misma zona geográfica del país, el oriente cubano de bosques y montañas, rebeliones inaugurales y grandes fincas dedicadas al cultivo de caña, café, la explotación de maderas y la ganadería, en esa parte de la cabeza del cocodrilo que representa a Cuba y que entra en el Océano Atlántico, y se aproxima a las otras islas de las llamadas Antillas Mayores con las cuales la comunicación marina es frecuente y establece lazos culturales diferentes al occidente, mas cercano a la gran nación del norte. Hay mas olores y sabores del Caribe en la región oriental, que se expresan en la sensualidad de las canciones trovadorescas y en la cadencia del son, un ritmo que es el crisol de muchos que se escuchan por la región diversa, de Santo Domingo y Haití, a Jamaica y Puerto Rico.
Pero la educación que han recibido estos dos orientales, Celia y Fidel, es completamente diferente. Aunque ambos se relacionan en la infancia con las plenitudes de la vida en los campos, él nace en un hogar que es un típico feudo rural y ella en una casa pueblerina signada por la liberalidad en las costumbres y las creencias. Desde edad temprana él sale de la casa para estudiar y la familia que lo acoge no se caracteriza por la afectividad en el trato que le dispensa. Públicamente hará después ese reproche no en términos emocionales, como seguramente le afectó, sino en términos de equidad y justicia que es su prisma para evaluar. Después vendrán los colegios religiosos y el rigor de los jesuitas a completar su formación. Desde muy joven aparecen los signos del liderazgo, gratificados por la mentalidad machista del entorno. Él tiene todos los atributos del gran varón. Grande, fuerte, blanco, apolíneo, audaz, competitivo, aunque no el espíritu festivo de la región, se parece mas a Alejandro Magno, el guerrero que admira, que al Caribe de bachatas y boleros.
Ella crece bajo la tutela de su padre como un árbol sin los riesgos quirúrgicos de la poda. Pero frágil, menuda, con la tez bronceada por el sol y algún antepasado no blanco puro, quizás. Ha sido golpeada por grandes dolores desde la infancia que él no conocerá hasta la adultez. Dolores que la doblan en ocasiones, sobre los que tendrá que imponer su voluntad hasta desarrollar sus cualidades de arresto y valor que se van mostrando en sus capacidades organizativas y en abierta vocación por quebrar lo establecido que es causa de mas de un comentario suspicaz sobre su feminidad porque no se mide a una mujer por los mismos códigos que a un hombre. Llega a ser de carácter fuerte, impositiva cuando sabe que tiene la razón, independiente, lo cual contraria la imagen tradicional de lo femenino en su época, pero tiene la capacidad de asumir todas las funciones que la historia de la humanidad ha conferido a las mujeres, pero que a ella no le impiden comportarse como una criatura fuera de esos límites. El ha nacido predispuesto para las grandes epopeyas que lo seducen y ella para desentrañar el misterio de la lírica cotidiana, como una florecilla silvestre en el corazón de las montañas. Apegada a esa naturaleza fecunda y luminosa de su región que pondrá brisas caribeñas en los lazos de sus vestidos de niña y vuelos de sus anchas sayas estampadas. La pasión que ponen en lo que se proponen los emparienta, pero no la forma de manifestarla. Por ahí debían andar algunas de las diferencias en sus caracteres cree ella cuando los recuerdos la van conduciendo al terruño natal, aunque no deje de pensar en él y en su padre, los dos seres que han compartido su más grande amor, dos hombres que a su manera y estilos propios aman intensamente a una mujer, Cuba, la patria.
La casa de Media Luna era acogedora y el patio un verdadero paraíso oloroso con su bohío para jugar a ser la mamá que luego fue en la casa amarilla de Pilón con sus pisos rojos teñidos con mangle y aquel jardín que era su obra y su orgullo. Desde el profundo cansancio de estos días finales de 1979 la luminosidad de aquellos lejanos despeja las congojas de esa partida involuntaria que ha comenzado y que de alguna manera la sobrecoge porque es un momento particularmente complicado, que llaman proceso de institucionalización del país y esa palabreja a ella le da el pálpito de que será pérdida de frescura. Por eso vuelve, arrastrada por los paisajes más vitales de su interior a sus hogares de Media Luna y Pilón.
Esas dos casas son un tesoro en su memoria, un trasiego constante de afecto, gentes que entran y salen; la de Media Luna està marcada por la risa de Acacia, su madre, por su parloteo vivaracho con los vecinos, las recomendaciones de remedios para todos los males que competían con las recetas del esposo mèdico, luego por su ausencia que la abuela Irene consuela con cariño y comprensión y aquellos cuentos sobre la guerra de independencia de la que fuera testigo, de cuyos protagonistas fundamentales hablará y escribirá su padre.
Ha nacido y crecido mimada por el amor de los suyos y señalada por dos elementos que serán premonitorio: su padre la ha nombrado Celia Esther de los Desamparados y Celia significa en latín la caída del cielo, alguien designado para ser una persona noble, justa, amante de la naturaleza, con gran fe en la vida y en Dios, cuya llegada al mundo es motivo de gran felicidad para los suyos. Así será con esa familia extendida por toda la comarca. Las viejas Sánchez, como las llamaban, en la finca San Miguel del Chino, abuela y tías paternas que acogían en las vacaciones de caballos y ríos. Buena parte de la parentela Manduley en Manzanillo, para la adolescencia de escuelas y fiestas.
Y el mar siempre merodeándola con las olas del Golfo de Guacanayabo. Tranquilo a veces, tormentoso otras, amenazando el barco en el que iba a las clases de piano con Flabia, o las ciudades cercanas, fascinada siempre por su inmensidad aun cuando truenos y relámpagos asustaban a los otros pasajeros. Desde pequeña esa será una característica notable. No tener miedo, lo que la llevará a atreverse, desafiar riesgos, a protagonizar acciones que los conservadores llaman locuras y que para ella son el disfrute, la posibilidad de transgredir moldes a los que no se ajusta porque le cercenan la libertad que necesita. Tal vez por eso le cuesta trabajo adaptarse a los esquemas de las escuelas primero y a los requerimientos formales de la vida pública cuando forma parte del gobierno.

2 comentarios:

Elsie Carbó dijo...

Amiga, ha sido un deleite conocer a la Celia de tu relato, creo que es más que la fría conmemoración de la fecha y la semblanza editada, que ella no se merecería nunca. Pero para lograr ese toque mágico hay que sentir la palabra, y ese es un secreto que tu dominas con perfección.

Te felicito

Elsie

Lázaro Buría dijo...

Inolvidable y Nunca son palabras para Dioses y Diosas. Nosotros, mortales, vestimos otras túnicas: Cambio y Olvido. Así funciona El Universo y El Tiempo, donde gobiernan Silencio y Soledad, reflejados en El Espejo.

LB