martes, 2 de septiembre de 2008

JUEGOS DEL TIEMPO



Desde su ventana el tren era para Marie una flecha más intuida que realmente avistada por el borde de su ojo, como el amor de Luis Carlos, su compañero de oficina. El tren salía de las profundidades por donde circulaba para asomarse apenas en aquel pedazo de Grenelle iniciador de la Rue Miollis, furtivo como las miradas del enamorado emigrante de tierras soleadas.

Tan ocupada estaba que no reparaba habitualmente en aquella flecha que tiraban en algún punto de la ciudad y que a intervalos emergía como un pájaro verde al que hubiesen cercenado las alas en los túneles que atravesaba. Pero no tenìa tiempo para virarse a mirarlo como hacía Luis Carlos, para quien no habìa encontrado sitio durante aquel año, aunque le atraía.

Una mañana de particular rigor invernal decidió tomarse un poco de tiempo. Esperar el tren, vigilar su paso y aceptar la invitación de Luis Carlos. Pero el tren verde, con cuerpo de pájaro sin alas, no pasó. Luis Carlos tampoco llegò.

Inquirió por su presencia. Abandonó la plaza por problemas personales, fue la respuesta.

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