sábado, 25 de julio de 2009

Fragmento


El arte me pareció entonces un don que daba alguien। La naturaleza। La energía cósmica। Dios. Un don no necesariamente comprometido con la esencial espiritualidad de sus poseedores. Un poeta fabuloso podía ser un fabuloso hijo de puta. El creador de una gran sinfonía podía ser un gran sádico. El que escribía fascinantes novelas sobre los héroes podía ser un cobarde en su vida. Me lo habìa estado sospechando desde que supe que el pobre Balzac vivió toda su vida desgarrado y frustrado porque quería ser un miembro real de la nobleza cuyos vicios reflejó como nadie en la Francia del XIX. El genio artístico no liberó al infeliz Beethoven de aquel proceso miserable de separar a su sobrino de la madre y adoptarlo a toda costa sòlo para buscarse el odio del muchacho. Ni impidió que el desgraciado Oscar Wilde se dejara manipular por las frescas carnes de un jovenzuelo banal por el cual fue a la cárcel y destruyó su vida. Ni evitó la desdicha de Isadora Duncan. Ni distanciaba al talentoso Pancho Miguel de la fiebre del dinero, de la obsesión de poseer, de la vieja fórmula vigente del tener como símbolo del poder sobre no se sabe què, porque al final nadie es dueño de nada, ni de su vida que puede ser arrebatada cuando el azar, el hado, el destino, lo que fuere, decidiera. Todo estaba convertido en una puñetera mercancía y todos arrebatados en el fundamentalismo del maldito dinero que establecía los canones estéticos, los espirituales y hasta la libertad, porque con dinero todo estaba permitido o al menos se minimizaba la angustia de la sobrevivencia cotidiana. El arte también parecía formar parte del mismo juego que yo no entendía, que no sabía jugar y amenazaba con liquidarme.¿ Quién coño habìa inventado aquella fábula de que el arte convertía en mejores a los seres humanos? Esa era una de las tantas mentiras que se empeñan en trasmitirte como consuelo. La obra de arte puede trascender las limitaciones humanas del creador, pero el artista se considera un elegido, un intocable, un gurù con derecho a cuestionar todo lo que le rodea y no ser cuestionado en nombre de la sacrosanta libertad de hacer lo que le venga en gana, hay excepciones por supuesto. Existen extraños casos donde talento, sensibilidad e inteligencia consiguen verdaderos prodigios, pero el arte es sobre todo la gran catarsis de individualidades muy aguzadas que tienen el don de poner en el lienzo, la cuartilla, las imágenes las taras, los traumas, las angustias que les atenazan. Y alcanzan alguna función social sòlo por coincidencia o circunstancias. ¿Què le importaba a Pancho Miguel que la isla se fuera a pique? Su fama, su gloria, su dinero eran màs importante que el destino de la humanidad, incluso el amor, el presunto amor por mi nada significaba, ni el sismo que su pragmática decisión ocasionaba en mi.
¡Pobre Sócrates! Convencido de que el conocimiento es la virtud. Bueno, la ignorancia es peor, pero que la gente fuera ilustrada, que acumularan saberes no era suficiente para que fueran nobles, generosas, desprendidas. ¿Esas características serían también dones que Dios, la energía cósmica, la naturaleza daban sòlo a algunos terrícolas?

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