miércoles, 25 de febrero de 2009

El libro


A pesar de los malos augurios sobre su permanencia frente al desarrollo veloz de las tecnologías audiovisuales, el libro mantiene su lozanía aunque es quizás la màs antigua forma de recoger y guardar los saberes humanos. Su proliferación en Cuba durante los màs recientes 50 años es uno de los sucesos que sin dudas hay que celebrar tras la histórica Campaña de Alfabetización que permitió a todos convertirse en lectores potenciales y he ahí un complemento indispensable para el sostenimiento del libro: los lectores; y una acción que consagra a ambos: la lectura.
Por supuesto que se publican libros justificados por su utilidad y no pocos que son todo lo contrario, así que tampoco el asunto es leer por leer, porque en la eterna contradicción de la especie figura usar para bien y para mal las distintas formas de progreso que se fueron creando desde la inauguración de la existencia humana. La lanza que servía para procurar alimentos pronto fue empleada para matar al semejantes, el fuego indispensable para calentarse y cocer también se usó para quemar y arrasar al enemigo y màs recientemente, la famosa red de redes, INTERNET, que propicia comunicarnos de una punta a la otra del planeta, ofrece tantas posibilidades para aprender como para degenerar con las drogas del momento: la violencia, la pornografía, el consumo enfermizo, porque lamentablemente el fanatismo religioso de otros tiempos es consagrado hoy a otros fetiches.
Como la aplicación de cualquier síntoma de progreso no llega parejamente a todas las esquinas del planeta, la prueba es que hay millones de analfabetos, el libro sigue siendo un ausente de muchas comunidades de terrícolas, a las que, sin embargo, llega la radio y la televisión que sirven para propagandizar, entre otras cosas, los libros pero que a la vez van condicionando un cierto facilismo perceptivo. La radio como la lectura obliga a un mayor uso de la imaginación, el destinatario està obligado a participar completando lo que lee o escucha con las imágenes de su propia cosecha. La TV pudiera hacer lo mismo si desde su surgimiento hubiera acudido a una mayor elaboración pero lamentablemente la simplificación de todos los contenidos se ha convertido mayoritariamente en su lenguaje, aunque, sin dudas, usada con fines verdaderamente culturales es un instrumento muy valioso para el aprendizaje y el goce.
En realidad ninguno de los adelantos tecnológicos se contraponen y si se utilizaran adecuadamente pueden ser complementarios. Por eso es muy importante que se valore el libro en lo que vale en el sentido práctico y en el espiritual. Por su formato un libro puede ir en el bolsillo, la cartera, la mochila y leerse en las màs disímiles circunstancias: para aligerar una espera, para estar en contacto con los saberes donde no hay otros medios y por el placer de los descubrimientos, por sus contenidos un libro puede proporcionarnos viajes de lo màs profundo de los sentimientos humanos a los secretos de la galaxia.
A pesar de la sobrevivencia saludable del libro, hay grandes preocupaciones en el mundo sobre la lectura que, según los especialistas, favorece ciertos mecanismos cerebrales para el desarrollo del lenguaje y el pensamiento. Pero el placer de la lectura, como tantos otros, es necesario cultivarlo desde la cuna, luego consolidarlo en la escuela y continuar provocándolo en las bibliotecas. Habría que revisar como andan los fondos de las bibliotecas escolares, de las bibliotecas públicas, que cantidad de títulos y ejemplares presentados en ferias y otros eventos llegan hasta ellas, còmo se promueve el libro, si las maestras y maestros y las bibliotecarias y bibliotecarios hablan màs de la telenovela de actualidad o del libro que fue presentado recientemente. Pero ese será tema para otro intercambio. Mientras les recomiendo Ecología interior, de Orlando Licea Díaz, un libro apasionante sobre la gran aventura de mirarnos por dentro.

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