miércoles, 3 de junio de 2009

El miedo de la jutía



-Flaquito no seas jutía,- conminaba la abuela Zoila al minúsculo perro de Hada con H cuando comenzaba a temblar debajo de la cama al llamarlo con tono fuerte. Y cuando Alba, la mamá de Hada con H y Plutón, su papá, manifestaban temor ante algún problema. La abuela volvía a la carga.
-No, no, no. No pueden hacer como la jutía conga. Pónganse las pilas y salten, no se atortujen, no se paralicen.
Hada con H nunca habìa visto una jutía. No habìa jutías en el Parque Almendares que era el bosque conocido desde los primeros años de su vida. Cuando el papá anunciaba entusiasta, con mochila a la espalda y todo: ¡ vamos al campo ¡. Subían la cuesta hasta el puente sobre el Almendares, lo atravesaban, bajaban por el otro extremo y a recorrer todo aquel pedazo de monte a la orilla del río en medio de la ciudad.
La abuela Zoila decía que era una verdadera dicha tener el monte tan cerca. Gracias a la proximidad del bosque ella habìa podido adaptarse a la capital, aunque fuera frente a ese barrio llamado El fanguito porque estaba en las márgenes del río y cuando el río crecía se inundaba. Una calle asfaltada delimitaba las condiciones. A un lado las casitas del Fanguito, tomándole espacio al lecho del río, y del otro, casas y edificios en la ladera que terminaba en el mar, otra de las excursiones para ver como se entraba el río en las aguas azules y saladas.
Una mañana de domingo en que Hada con H se columpiaba en la zona del Parque Infantil, jugando a acercarse al copito de los árboles mientras su papá tirado en la hierba, como siempre, miraba el cielo, justo cuando a Hada con H le parecía que iba a encontrarse con los ojos ocultos de un algarrobo, descubrió unos ojillos que saltaban de rama en rama, eran tan pequeños que no podían ser del algarrobo. Entonces no volvió a impulsare en el columpio y despacito, casi arrastrándose, se fue acercando al tronco del árbol, se tumbó sobre sus raíces para mirar bien en el interior de las ramas y ¡Oh, sorpresa¡
Paradita sobre sus patas traseras, sosteniendo algo que comía con las minúsculas patas delanteras, estaba una ardilla rojiza con su hermosa cola peluda acomodada en una gruesa rama. Se quedò sin aliento, como siempre que algo la sorprendía. Pero si la maestra habìa dicho que ese tipo de roedores no existía en la fauna del país. ¿Serìa una rata a la que el hada Volandera habìa transformado en ardilla? O, ¿una jutía conga con cola peluda?
Tendría que aclarar aquel misterio, pero en ese momento estaba hechizada por aquella criatura. El hechizo fue roto por una piedra de un desalmado que apuntó a la ardilla para furor de Hada con H que se levantó rápida, pero mucho menos que la ardilla que de salto en salto, de árbol en árbol desapareció entre el follaje de los árboles cercanos.
¿Cómo era posible que alguien hiciera algo tan cruel a aquella belleza mínima y perfecta?
-¿Quién ha tirado esa piedra?- y como no hubo respuesta, molesta Hada con H exclamó: el que haya sido es una jutía, y aclaró para màs detalles: conga.
Su padre, que al escucharla, abandonó la hierba con presteza, comenzó a reír al ver su hija tan airada, como era de tan poca estatura parecía una muñequita a la que le hubiera dado cuerda.
-Pero vamos a ver, Haducha, si tú no sabes por què se le dice jutìa a los cobardes. Y no se debe usar una palabra hasta no saber que significa.
-Bueno, papá si a los cobardes o los que tiene miedo se les acusa de jutías deber ser porque así son las jutías.
-No, no, pero eso tiene una razón muy específica en el caso de la jutìa conga,- aclaró el papá que como científico le gustaban las precisiones.
- El asunto es mi querida Haducha, que la graciosa jutìa conga se aterroriza tanto cuando siente un majà, que se atolondra a tal punto que cae de la rama del árbol donde esté, como es lógico se golpea y el majà aprovecha y la se la engulle facilito.
Hada con H se sintió muy triste con esta historia de la jutìa conga. Pero se le ocurrió una idea.
-¿Papá, pero la jutìa conga se puede domesticar?
-Si, claro, es una animalito inofensivo.
-Entonces, a lo mejor podemos crear un club de entrenamiento para que la jutìa conga pueda salvarse del majà.
-¡Què ocurrencias las tuyas Haducha¡,- rió el padre sin sospechar lo pronto que entraría en acción el plan de Hada con H de quitarle a la jutìa conga la fama de cobarde.

1 comentario:

Josemi FN dijo...

Coño Sole... que recontrabueno está tu cuento!!
un beso...gracias por compartirlo